miércoles, 1 de noviembre de 2023

Irresistible: Capítulo 25

Era sólo su nombre, pero pronunciado de esa forma tan sexy, le resultó una tortura. Él buscó su boca abierta y se sumergió en ella profundamente. Ella lo recibió y sus lenguas se entrelazaron con sincero entusiasmo. Su respuesta lo volvió loco y la sangre le corrió por las venas de un modo que nunca había sentido antes. Sus manos buscaron, sólo una vez, la suave carne de su trasero. El sentir sus formas hizo volar su imaginación de un modo salvaje, y empezó a imaginarse con ella, en la casita de su abuelo, haciendo el amor una noche tras otra. Pero a Pedro no le gustaba lo de «Una noche tras otra», y de lo que ello implicaba. Pero era fácil olvidarse de eso en sus brazos. Luchó por recuperar la cordura, luchó por evitar perderse en algo que lo asustaba como ninguna otra cosa. Por eso buscó en su mente, y lo único que se le ocurrió decir con voz rasposa, fue:


—Dime... Dime lo que llevas en la bolsa.


—Dime por qué te fuiste —ella apenas podía hablar, pero su tono mostraba agresividad.


—No puedo hacerlo —por primera vez, deseó poder hablar de ello, pero no podía hacerlo.


A pesar del enfado de Paula, él seguía acariciándole los brazos, deseando cada vez más tocarle la piel desnuda.


—¿Qué eran esos papeles?


—Tú tienes tus secretos, y yo tengo los míos —Paula se soltó de él.


Pedro no volvió a intentar tocarla, aunque lo deseaba intensamente. Quería abrazarla y mostrarle cómo le hacía sentir.


—Estoy trabajando en algo que es muy importante para Eduardo, por si quieres saberlo —en otro momento, él hubiera sonreído al verla tan enfadada—. Y puesto que es un proyecto suyo que no tiene nada que ver con el trabajo, no veo por qué tengo que explicarte nada a tí.


Pero Pedro sí veía el motivo. Recordó por qué necesitaba su respuesta y se dijo que acabaría teniéndola.


—Es tarde. Deja que te lleve a casa.


—No es necesario. Tengo a Gertie.


—Pero hoy no lo has traído —él lo sabía porque Paula había llegado antes que él al trabajo y no había visto su coche en el estacionamiento. Pedro se fijaba en todo lo que tenía que ver con ella.


—Es verdad —su pálida piel volvió a sonrojarse—. Olvidé por un momento que no tenía el coche. Pero no importa, porque puedo ir en transporte público. No tienes que llevarme.


—No es nada —apretó el botón del ascensor y la condujo al interior—. Además, me gustaría conocer a tus hermanas. ¿Crees que alguna de ellas estará en casa esta noche? Creo que conocen a mi abuelo bastante bien...


Era viernes por la noche, casi fin de semana. Eso significaba fiestas, bares, citas, hombres a la caza... Al pensar en Paula saliendo con otro hombre, tuvo que apretar los dientes.

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