miércoles, 1 de mayo de 2019

Paso a Paso: Capítulo 41

Súbitamente disgustada con sus pensamientos, Paula apartó las sábanas y se levantó de la cama.

—Lo que tú necesitas es un buen chocolate caliente —musitó ella.

Poco después, tras haber consumido la mitad del chocolate, salió por la puerta de la cocina, pero se detuvo en seco. Pedro estaba de pie en el vestíbulo en sombras.

—Oh —dijo ella en un susurro, atónita.

Pedro abrió los labios como si fuera a decir algo, pero ninguna palabra salió de su boca. Súbitamente, Paula se sintió invadida por el pánico.

—¡Algo le ha ocurrido a Lucas!

Ante aquel inesperado encuentro con ella, Pedro deseó salir corriendo… desaparecer; pero sentía las piernas como atrapadas en bloques de cemento. Tragando saliva, dijo:

—No ha habido noticias de Lucas.

—Cuando te he visto la cara… he pensado… —las palabras de Paula se apagaron, pero permaneció inmóvil, dándose cuenta de que estaba tocando a Pedro, de que, en su alarma por Lucas, había posado la mano en su pecho.

—¿Pedro? —aún parecía asustada, y su boca temblaba.

Una boca tan suave, pensó Pedro. Tan besable… Se obligó a sí mismo a decir algo, cualquier cosa.

—No pretendía darte un susto.

—No te preocupes —susurró ella.

La luz de detrás creaba en torno a ella un aura etérea; a Pedro le recordaba la lluvia de primavera que acababa de caer. Lentamente, sus ojos se deslizaron sobre su cuerpo, entreteniéndose sobre la curva suave de sus pechos, sobre los pezones, claramente perceptibles a través del delgado tejido. Estaban de punta, como si pidieran ser acariciados. Sintió que le ardía el rostro, y la mano de Paula descendió sobre su pecho. Se sentía atrapado como por una fuerza superior. «¡Dios! ¿Cómo puedes pensar en el sexo cuando tu hijo…?»

—¿Pedro?

El sonido ahogado de su nombre quebró el hechizo. Pedro retrocedió un paso, y el contacto entre ellos se interrumpió. Permanecieron en silencio durante varios segundos.

—¿Qué estás haciendo levantada? —le preguntó él, inhalando aire.

—No… no podía dormir.

—¿Sigues pensando en tu casa?

Paula dejó escapar un trémulo suspiro.

—Sí.

—Nadie puede hacerte nada aquí. Este sitio es como una fortaleza.

—Sé que no hago más que preguntar lo mismo, pero… ¿Es que no va a terminar nunca esta pesadilla?

—No lo sé —dijo él—. No lo sé, sinceramente— se dio la vuelta y bajó la cabeza—. Si al menos esos bastardos llamaran…

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