miércoles, 8 de mayo de 2019

Paso a Paso: Capítulo 60

A continuación se produjo un breve silencio.

—¿Cree usted que Lucas sigue vivo? —preguntó Pedro, obligándose a pronunciar las palabras.

Courtney suspiró.

—Ojalá lo supiera.

—La espera… eso es lo más terrible.

—Lo sé. Y lo que no entiendo es que no hayan llamado con sus demandas.

Pedro se frotó la nuca.

—Ese es precisamente el motivo por el que mi instinto me dice que son aficionados quienes lo han secuestrado.

—Con la suerte de su lado.

—Exactamente —dijo Pedro, levantándose—. Si hubieran sido terroristas que desearan el diseño, ya habrían dado señales de vida. Me da la impresión de que, quien quiera que sea, es alguien que tiene algo contra Lucas o contra mí.

—O la empresa.

Pedro se sentó en el borde de la mesa.

—Creo que lo han hecho por dinero.

—Entonces, ¿Por qué el retraso?

—Para eso sí que no tengo respuesta.

Por un segundo, la habitación permaneció en silencio.

—Dígame, Courtney —dijo Pedro al fin—. ¿No acaba cansado de tratar siempre con los aspectos más sórdidos de la vida?

—Todos los días, señor Alfonso, todos los días… Bueno, creo que será mejor que vaya a comprobar lo de ese tal Anderson.

Pedro apretó los labios.

—Hágamelo saber.

Courtney se puso en pie.

—Cuente con ello.


Ya era tarde cuando Paula sacó el coche del estacionamiento de la clínica y se dirigió a la planta. Había decidido que, si el coche de Pedro estaba allí, se detendría a ver si necesitaba algo. Deseaba estar cerca de él; así de simple. La súbita desaparición de Miguel le había robado la oportunidad de pensar en su noche de amor, pero el recuerdo le había estado cosquilleando todo el día como un paquete de brillante embalaje colgado del abeto y que no pudiera abrirse hasta el día de Navidad. Mientras avanzaba por el bulevar, detalles vividos acudían en tropel a su mente hasta que tuvo que apretar con fuerza el volante y gemir para ahuyentar los excitantes recuerdos. Fue entonces cuando vió a Carlos Anderson saliendo de uno de los almacenes de «Systems». No sabía muy bien por qué se había molestado en disminuir la marcha para mirarlo. Había sido una cuestión de mero instinto. Tal vez fuera su gesto furtivo o su mirada huidiza, como si estuviera buscando algo o a alguien. Un coche pequeño e indefinible se detuvo de pronto junto al bordillo. Siguió mirando, más por curiosidad que por nada. Pero desde que había sorprendido a Anderson escuchando, no se fiaba de él. El conductor, observó ella, parecía tan indefinible como su coche. Sin embargo, había algo familiar en él, algo que no acababa de captar. Tal vez él también trabajaba en la empresa y le había visto al pasar.

—Estás cada vez peor, Chaves —se dijo en voz alta, apretando el acelerador.

Hasta que no llegó al estacionamiento de la planta no se acordó de dónde lo había visto.

—¡Oh, no! —gritó Paula, saliendo precipitadamente del coche.

El cielo resplandecía de estrellas mientras la luna estaba suspendida en lo alto como una enorme bola de fuego en medio de la noche. Mientras paseaba por el borde de la piscina, Paula alzó la cabeza y respiró hondo el aire fresco. Sin dejar de mirar al cielo, trató de relajarse, de disfrutar de la belleza de la cálida noche de primavera. No pudo. Por sobrecogedora, por espectacular que fuera la vista que se extendía ante ella, no podía fundirse con ella. Sus entrañas estaban tensas como si le hubieran golpeado el estómago y estuviera esperando un segundo golpe. Pero tras el día que había tenido, ¿Qué otra cosa podía esperar? Incluso ahora, horas después de los hechos, le resultaba difícil creer que hubiera visto al hombre que había secuestrado a Lucas. Tenía que tratarse de uno de esos caprichosos giros del destino; no había otra explicación.

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