viernes, 3 de mayo de 2019

Paso a Paso: Capítulo 49

Él la miró entonces con ojos ardientes.

—Si prometo dejar las manos quietas, ¿Vendrás?

Ella contuvo el aliento.

—No pienso disculparme por la otra noche —dijo él ásperamente.

El intenso deseo que leyó en sus ojos hizo que a Paula se le secara la boca.

—No… no quiero que te disculpes.

Se quedaron mirando mutuamente durante un largo momento, y luego Pedro preguntó en tono bajo:

—Bueno, ¿Aceptas la propuesta?

Paula le lanzó una mirada a la yegua.

—¿Y si me caigo?

Súbitamente, él echó la cabeza hacia atrás y se rió.

—Bueno, resolveremos ese problema cuando surja, ¿Eh?

Ella nunca le había oído reír antes, al menos no una risa de corazón como aquella. Sintió que la sangre le corría con más fuerza por las venas.

—De acuerdo —dijo, algo jadeante.

Tardaron media hora en atravesar el prado abierto y llegar al bosquecillo que también era propiedad de Pedro, pero no fue porque ella tuviera problemas en cabalgar a su yegua, sino porque había tantas cosas que ver que ella había querido tomarse su tiempo, empaparse del hermoso paisaje. Paula y Pedro se detuvieron debajo de un gran roble y se quedaron mirando el uno al otro. Ella fue la primera en hablar.

—Esto es paradisíaco. Entiendo que seas adicto.

Él enarcó una ceja.

—Así que sabías que estaba loco por los caballos, ¿Eh?

—Lucas me lo dijo —dijo ella, titubeante.

—¿Qué más te dijo? —hizo una pausa deliberada y la miró con ojos sonrientes—. Sobre mí, quiero decir.

—No… no mucho.

El regocijo curvó los labios de Pedro.

—Mentirosa.

Paula se sonrojó y trató de no mostrar su sorpresa ante el súbito cambio de humor de Pedro. Aquella era una faceta suya que no había contemplado nunca y no quería decir nada que pudiera hacerle volver a su habitual fachada fría y cínica.

—Venga, suéltalo. ¿Qué dijo?

¿Pedro Alfonso burlándose de ella? Inusitado. Una potente sensación de excitación hizo presa en ella mientras lo miraba, con una suave sonrisa en los labios.

—Principalmente, que tu ladrido es mucho peor que tu mordedura.

—¿Y estás de acuerdo?

Una brusca tensión borró por completo el buen humor.

—No lo sé —dijo ella finalmente, hablando con precipitación.

Una expresión de impaciencia apareció fugazmente en sus ojos.

—¿Qué es importante para tí, Paula Chaves? —le preguntó, cambiando de tema—. ¿Qué quieres de la vida?

—Un trabajo que me resulte estimulante y el dinero suficiente para vivir con comodidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario