lunes, 27 de mayo de 2019

Recuerdos: Capítulo 30

Se quedó sentado en lo alto del caballo y la miró en silencio. Sus ojos traspasaron su blusa, diciéndole a Paula, sin necesidad de hablar, que sabía en qué estaba pensando. Entonces Pedro se bajó con elegancia de la montura y se quedó de pie.

—Hola —dijo Paula con las mejillas encendidas.

—Hola.

Silencio.

—Eh… ¿Has terminado de trabajar por hoy?

—Sí. Voy a ir a visitar a Francisco.

—¡Oh!

Paula intentó no mostrar su decepción al pensar en quedarse sola durante el resto de ese espléndido día.

—¿Quieres venir?

A Paula le gustó Diana Liscomb a primera vista, al igual que la barba de su marido. Los dos le dieron la bienvenida.

Ansiosos de enseñar su hogar, Francisco y Diana los llevaron a dar un paseo por los jardines antes de entrar. El interior era más exuberante que el exterior. El suelo del salón y del vestíbulo eran de roble y brillaban como un espejo. El mármol cubría las escaleras y la entrada. En todas partes, las paredes eran blancas y se advertía el aroma a popurrí de melocotón. Insistieron en que se quedaran a almorzar. Incluso a pesar de que Pedro no parecía querer, Diana le engatusó. Tras disfrutar de un delicioso almuerzo, Diana y Paula disfrutaron de una segunda taza de café en la habitación de al lado de la cocina, mientras Pedro y Francisco hablaban de negocios en otra sala.

—He de admitir que nos quedamos muy sorprendidos, y aún lo estamos, cuando nos enteramos de que Pedro te llevó a su casa —dijo Diana sonriendo.

Paula le devolvió la sonrisa.

—Es fácil de entender.

—Pedro no suele hacer cosas así.

Paula sonrió de nuevo.

—La verdad es que cuando miro atrás, no estoy segura de que le quedara otra opción.

Diana alzó las cejas.

—¿Y eso?

—¿No te ha dicho Pedro que yo prácticamente le rogué que no me abandonara? —dijo, un poco molesta al confesarlo.

Diana se rió con ganas.

—Hablar es la única cosa que él no hace.

—Tienes mucha razón.

—Tú no sabes ni la mitad. No te permitiría que hicieras algo por él a menos que pudiera devolverte el favor, lo que prueba que bajo esa dura apariencia, hay un hombre amable. Sabes que es piloto, ¿No?

Paula hizo un gesto negativo con la cabeza, tratando a la vez de seguir el cambio de tema de Diana.

—La verdad es que no importa. Lo que quería decir, es que Francicso le ha ofrecido su avión muchas veces, pero no creas que ha aceptado la oferta. Por supuesto que no. Es muy orgulloso y terco en extremo.

—Pero tú no cambiarías nada en él, ¿Verdad? —preguntó Paula sonriendo pero con tono serio.

Diana sonrió profundamente.

—Le queremos como a un segundo hijo.

—Entonces deben conocerlo bien.

—Nadie conoce a Pedro. No se deja. Supongo que es porque ha sufrido.

—Sé que estuvo casado.

—Sí, pero no duró. Mientras estuvo en el hospital con un agujero en el costado, su esposa apareció con los papeles del divorcio.

A Paula le dió un vuelco el corazón.

—Qué horrible.

—Eso es lo que nosotros pensamos. Aunque está claro que él no habla de ello. Así que no preguntamos ni presionamos.

—Yo sólo espero poder pagarle algún día por su ayuda.

—¡Oh!, debe ser horrible no saber nada sobre tí.

Paula dió un sorbo de café como si así pudiera contener las lágrimas que amenazaban con salir a sus ojos. Hasta ese momento había sabido controlar muy bien sus emociones.

1 comentario:

  1. Que triste la historia de PP... Espero que se dé a si mismo una nueva oportunidad de enamorarse...

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