lunes, 18 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 44

Paula sintió cómo un cosquilleo le recorría por todo el cuerpo. Arregló las almohadas y tomó a Pedro por los hombros para ayudarlo a recostarse. No quería soltarlo, pero se forzó a hacerlo y le cubrió el pecho con las ligeras mantas de su cama. Pero aquel gesto la acercó de nuevo demasiado a su piel.


—Tu herida —dijo, evitando mirarlo a los ojos—. ¿Puedo traerte algo mientras esperas por tu cena? ¿Te recetaron analgésicos?


—No necesito analgésicos. ¿Ha sido solo un interés altruista lo que te ha traído hasta aquí, Paula? —preguntó, controlando su tono de voz—. Porque ahora mismo estoy percibiendo unas vibraciones distintas de tu cuerpo.


—Telefoneé a la tienda para quedar contigo para ir al teatro —comenzó a decir, dando rodeos—. A tu empleada no le quedó más remedio que decirme lo que había ocurrido. Tengo entendido que fuiste el héroe de lo acontecido y que salvaste a una dienta cuando la toma de luces se cayó.


Paula pensó que, si se centraban en eso, quizá Pedro se olvidaría de tratar de encontrar razones ocultas tras su visita.


—Simplemente estaba cerca en ese momento —dijo Pedro, bajando la mirada.


—Seguro que tu hija piensa que eres un héroe —dijo Paula. Ella misma se sentía orgullosa de él. Orgullosa, posesiva y…


Pedro sonrió, no sin antes reflejar dolor en su cara. 


—Creo que he progresado un poco con Valentina. Está aprendiendo a confiar más en mí, a aceptar que cuando digo algo, lo digo en serio y que lo haré.


—Eso… Eso está bien.


A Pedro se le comenzaron a cerrar los párpados.


—Aprecio que hayas arreglado las cosas para que Marisa pueda ir a ver a su hermana. Si me lo hubiera dicho a mí, me hubiera quedado despierto para cuidar a Valentina y que así ella hubiese podido ir.


Paula quería decirle a Pedro que se cuidara. Deseaba tanto hacerlo como deseaba acariciar todo su cuerpo. Pero optó por la opción más segura y señaló su estupidez.


—Quizá pienses que tienes una contusión muy leve. Quizá sea eso todo lo que tengas, pero no puedes estar seguro. De ahí la orden del médico de que descanses en la cama hasta mañana.


Tras decir aquello, Paula miró la tentadora cama y asintió con la cabeza al ver que Pedro finalmente cerró los ojos.


—Descansa, Pedro. Dentro de un rato volveré a ver cómo estás. 


—Siempre estás muy guapa —le dijo Valentina a Paula.


Paula estaba colocando el cuento que le acababa de leer a la pequeña en una estantería repleta de encantadores libros de cuentos para niñas, algunos en inglés y otros en italiano. La habitación de Valentina estaba decorada de la manera que a Paula le gustaba; ositos de peluche, muñecas, divertidos juguetes en una gran caja… Y libros. Muchísimos libros maravillosos en los que incluso una niña de la edad de Valentina se podría sumergir durante horas. Paula se acercó a la cama para arropar a la pequeña.


—Gracias. Tengo que vestir así por mi trabajo, pero cuando estoy en casa me gusta ponerme cómoda. Y la mayoría de las veces me hago yo la ropa, porque coser… Me relaja.


Valentina levantó los brazos en una clara invitación a que la abrazara. 

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