miércoles, 27 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 58

 —Buenas noches, zia, mañana continuaremos con nuestra conversación. Acuéstate y no te preocupes por nada —entonces Pedro se dirigió a Paula—. Te veré pronto.


—Ella no es tu tía, Pedro —las duras palabras de Adrián cargaron el ambiente de tensión.


Paula dudó qué hacer y trató de llevarse a María de allí. Pero su jefa se quedó pálida y parecía que no podía moverse. Pedro sintió ganas de agarrar a su hermano por la garganta y apretar hasta que el desdén que éste sentía se apagara. Adrián no tenía derecho a hacer daño a María, y estaba claro que lo había hecho, aun cuando él no entendía qué era lo que había querido decir Adrián. Se planteó si la familia había excomulgado a María legalmente. Miró a su tía y sintió un profundo vínculo con ella. Fuera cual fuera la verdad, no iba a permitir que Adrián la hiriera. 


—Márchate, Adrián. Márchate ahora mismo y quizá considere no hacerte daño.


—Vamos, María. Marchémonos —pidió Paula, tirando del brazo de su jefa.


—Pobre y tonto Pedro. No te enteras, ¿Verdad? —dijo Adrián, mirando a continuación a María y de nuevo a Pedro—. Eres el único que no lo sabe. Otra vez. ¿Cómo te hace sentir?


Pedro se acercó a agarrar a Adrián de la solapa de la chaqueta. Pero su hermano se echó para atrás, riéndose salvajemente. Pudo oír a María comenzar a sollozar mientras le pedía a Adrián en italiano que lo dejara, que le permitiera ser ella la que se lo dijera. Entonces Pedro sí que se sintió como el tonto; el único que no sabía de qué hablaban. Agarró a su hermano de la camisa, sin darle tiempo esa vez de apartarse.


—Dime qué es. Cuéntame este gran secreto que crees que me dejará hundido.


Al ver lo enfadado que estaba Pedro, Adrián se calmó un poco. Entonces se soltó.


—Ella es tu madre, una mujerzuela. La familia debía haber renegado de ambos. Pero nuestro abuelo era débil. Te mantuvo en la familia porque yo era su único nieto, y él pensaba que, por si acaso, nuestros padres debían tener dos hijos.


Aquello dejó paralizado a Pedro, que estaba luchando por asimilarlo cuando Adrián continuó hablando.


—¡Yo estaba harto! Pero el abuelo insistió en que te criaran como hermano mío. No debías haber estado ahí. Nuestros padres siempre lo supieron. Les molestaba tu sola existencia.


Pedro miró a María y le quedó todo claro. Sintió como si se lo hubiese tragado la tierra, enterrándole en la oscuridad hasta que no pudiera ver nada, hasta que no pudiera respirar. Él era hijo de María. La miró a la cara y deseó que su hermano desapareciera de allí.


—Vete, Adrián, ahora mismo.


Éste comenzó a reírse… Hasta que miró a Pedro a los ojos. Dejó de reír y sus ojos reflejaron miedo. Entonces levantó la barbilla.

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