miércoles, 13 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 32

 —Yo tampoco —dijo Paula, que se había dejado llevar por los sentidos—. No te molestes en decir nada más. Lo que opines de mí no importa porque yo sé quién soy y cómo me comporto. Lo que más me preocupa es haberme olvidado de lo que sé de tí. Me alegro, por mi conciencia, de que estuvieras separado cuando tuvimos aquella relación en Milán, pero esto es sobre lo que le hiciste a tu hija, sobre tu creencia de que yo he malversado las finanzas de tu tía, sobre la manera en la que me obligaste a actuar para devolverle el dinero. Es sobre todo eso.


Mientras ella había estado hablando, él se había vuelto a poner la camisa y la chaqueta.


—Puedes decir lo que quieras, pero esto ha tenido que ver contigo y conmigo y con lo que queríamos. Yo todavía te deseo. Quizá ambos tengamos que pensar sobre eso, porque tú te has involucrado tanto como yo, Paula. Has compartido cada momento. Me deseabas tanto como te deseaba yo a tí.


Era verdad, y aquello preocupaba mucho a Paula. Pero si él no creía en ella y ella no podía confiar en él, ¡no merecía la pena!  Pedro no esperó a que ella respondiera. Se acercó a la puerta y entonces se dirigió a ella.


—Piénsalo, Paula —dijo antes de marcharse. 


Ella se fue a la cama muy confundida. Recordó la manera en la que la había besado; todo lo que había ocurrido entre ellos no había significado lo mismo para él que para ella. Pedro no la respetaba. Se dijo a sí misma que tenía que hacerle creer en ella. Pero a continuación se preguntó por qué debía hacerlo, cuando él era un hombre que desconfiaba de ella y que había abandonado a su hija. Refunfuñando, hundió su nariz en la almohada y rezó para poder dormirse. Al final debió de haberlo hecho ya que la despertó el timbre de su teléfono móvil cuando todavía estaba oscuro en la habitación.


—¿Sí? —respondió medio dormida.


—Paula, soy Sofía —dijo su hermana con la tensión reflejada en la voz—. Carla está en el hospital. Ha sangrado y ha tenido contracciones. Los médicos están preocupados por el bebé.


—¡Oh, Dios bendito! —exclamó Paula, espabilándose inmediatamente.


Se levantó de la cama y comenzó a meter sus cosas en la maleta. Tenía las piernas débiles y le temblaban las manos. Tenía que regresar a Melbourne para estar junto a Paula. 


—Tomaré el primer vuelo que salga para allí. ¿Estás con ella en el hospital? ¿Qué es lo que está pasando exactamente? ¿Puedo hablar con ella? ¿Dónde está Iván? ¿A qué hospital la ha llevado? ¿Qué médico la está atendiendo?


Cuando Sofía comenzó a responder, Paula la interrumpió.


—En realidad no hay tiempo para que me respondas. Te telefonearé desde el aeropuerto una vez haya comprado un billete. Estás con ella, ¿No es así?


—Estoy en el hospital, pero no me han dejado entrar a verla y he tenido que salir fuera para telefonearte —Sofía respiró profundamente—. Saldré cada media hora para comprobar si tengo mensajes tuyos. Es lo mejor que puedo hacer. 

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