lunes, 4 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 19

Entonces presentó a Paula y a María a su ama de llaves. Marisa sirvió la cena mientras Pedro servía las bebidas. Zumo de manzana para Paula, acompañado de una picara mirada que ella, aunque quiso, no pudo ignorar. La comida estaba deliciosa. Pedro se esforzó en impresionar a María, contando anécdotas que hicieron reír a Paula. Pero María, a pesar de su buena disposición, se mantuvo nerviosa. La hija de él estuvo al lado de su padre, también callada. Cuando ofreció el postre, María negó con la cabeza.


—Yo… Ha sido una noche maravillosa, pero… Me temo que se me ha puesto un terrible dolor de cabeza.


—Te llevaré a casa —dijo Paula, levantándose.


—Yo las puedo llevar a las dos —dijo Pedro, levantándose a su vez y mirando a su tía, preocupado—. ¿Ha sido algo que yo haya hecho,zia, quiero que estés a gusto conmigo.


—No, no. Eres un chico estupendo y yo nunca pensé que tendría… — de nuevo, abruptamente, no terminó lo que estaba diciendo, llevándose la mano a la mejilla—. Debería haber sido yo la que me hubiera puesto en contacto contigo cuando llegaste a Melbourne. Siento mucho no haberlo hecho. Fue débil por mi parte evitar…


—No importa. No me molesta —aseguró Pedro—. Di que nos volverás a ver; es todo lo que necesito oír —dijo suavemente, pero suplicando a María con la mirada.


—Quiero ser parte de su vida —dijo María, forzadamente. Entonces se dirigió a Paula—. Ha sido estupendo ver a… Pedro y a mi… y a Valentina, pero… Realmente tengo que marcharme. Si no te importa, pídeme un taxi…


—Comprendo —dijo Paula, que en realidad no comprendía nada.


Pero si María necesitaba el aislamiento que suponía un taxi para volver a casa, ella lo arreglaría.


—Yo telefonearé para pedir un taxi —dijo Pedro.


Cuando él salió de la habitación, María lo siguió con la mirada y luego miró a Paula con el sufrimiento reflejado en los ojos.


—Tantos secretos —murmuró—. Ya es demasiado tarde… 


—¿Qué quieres decir? —dijo Paula, acercándose a María —. No comprendo.


—Llegará un taxi en pocos minutos —anunció Pedro, que regresó demasiado pronto—. María, ¿Quieres un analgésico mientras tanto?


—Sí, por favor —contestó María con la voz temblorosa.


Cuando por fin se oyó el claxon del taxi, fue casi un alivio. María se apresuró a darle las gracias a Pedro por la cena.


—Por favor, perdóname por tener que marcharme. Estoy… Es demasiado…


—No hay nada que perdonar. Sólo espero que pronto te sientas mejor. Quiero que ésta sea la primera de otras muchas ocasiones en que nos veamos, zia.


—Eres un hombre comprensivo —dijo María con lágrimas en los ojos.


Pedro acompañó a su tía al taxi. Paula estaba realmente preocupada por María.


—No me ha gustado mandarla de esa manera a su casa —dijo Pedro mientras entraban de nuevo a la suya—. Tomemos los postres en el salón junto con un café.


—No tengo mucha hambre —Paula se percató del peligro de estar a solas con Pedor, teniendo en cuenta que no podía controlar el deseo que su cuerpo sentía por él.


Sabía que lo mejor sería marcharse pero, al ver que Valentina y la niñera no estaban delante, no pudo evitar hablar sobre la preocupación que sentía por su jefa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario