miércoles, 20 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 47

 —No te puedo dejar, Pedro, incluso si tu «coco» no tiene ningún daño aparente. Si no me quedara, estaría toda la noche despierta y preocupándome por cómo estarías.


—Grace habló contigo —dijo Pedro.


Se había despertado justo cuando Paula había estado bañando a la pequeña y preparándola para dormir. Le había hecho sentirse muy bien tener a ella en su casa, haciendo aquellas cosas con su hija. Todavía le hacía sentirse bien, y se preguntó si Paula y él podrían tener una oportunidad de estar juntos. Había tenido dudas sobre ella, pero esas dudas parecían haberse despejado. En aquel momento sabía la verdad sobre lo que había ocurrido aquella última noche en Milán y sospechaba que, aunque había sido muy injusta con su tía, Paula no había tenido intención de causarle ningún daño a María. Brenda y Adrián le habían arruinado la vida por creer de nuevo en el amor. Deseaba que fuera distinto, pero nunca lo sería. Le habían hecho demasiado daño, y él mismo había causado mucho dolor como resultado; ya no era capaz de abrirse a la posibilidad de que le volvieran a herir.


—Yo… Me he divertido preparando a tu hija para dormir —dijo Paula en un tono dulce.


Quizá fuera algo de su aspecto físico, o la vulnerabilidad que denotó al sentarse a su lado. O quizá fuese que él se había dado cuenta de cuánto deseaba tenerla en su vida. Se dió cuenta de que necesitaba a Paula y de que la única manera de afrontarlo era decirle la verdad a ella, toda la verdad sobre su pasado, y así poder seguir adelante.


—Hay algo que necesito decirte.


Pedro se levantó de la cama y tomó un albornoz que había en el cuarto de baño de su habitación. Una vez se lo hubo puesto, regresó al dormitorio y se sentó al lado de Paula. Ella comenzó a ponerse nerviosa, preguntándose qué sería lo que quería contarle. 


—¿Qué quieres contarme?


Pedro esbozó una dura mueca que denotó dolor, arrepentimiento y muchas más cosas junto con el deseo que sentía por ella.


—Es sobre Valentina.


Estaban dados de la mano, y Paula no sabía cuándo lo había agarrado o si había sido él quien lo había hecho. Pedro le acarició la mano y ella pudo sentir el torbellino de emociones que se estaba apoderando de él. De alguna manera aquello provocó que ella no pudiera controlar sus propios sentimientos, el dolor, el miedo y la incertidumbre que había estado sintiendo durante los últimos meses. Pedro se levantó a cerrar la puerta de la habitación. 

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