lunes, 4 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 17

 —¿Así es como lo llamas, Paula? ¿Qué somos amigos? —dijo Pedro, advirtiéndola  con la mirada.


Entonces se acercó al cuello de ella para hablarle, en un gesto aparentemente cariñoso.


—Cíñete al acuerdo, Paula, o sufrirás las consecuencias de romperlo —le dijo, apretando sus labios por un momento en la suave curva del cuello de ella.


Entonces se dió la vuelta y sonrió a María.


—Por favor, acepta mi invitación para cenar, zia. Significaría mucho para nosotros.


—Iré. Gracias por la invitación —dijo María, que parecía sorprendida por su propia respuesta, casi asustada—. Paula me puede llevar en su pequeño coche para que así no me tenga que preocupar en no perderme.


—Ah… —comenzó a decir Paula, quien normalmente hubiese llevado a María a cualquier sitio sin problemas, pero que no quería inmiscuirse en la cena privada de familia—. Es una buena idea, María. Pero no…


—¿No pretendes beber y conducir? —intervino Pedro—. Muy sensato. Te prometo que tendré algo agradable de beber pero que no sea alcohol.


—Claro, me encantará asistir —se forzó a decir y a sonreír Paula, pensando que quizá no sería una pérdida de tiempo, ya que podría hablar con la niñera y averiguar sobre el bienestar de Valentina.


—Haré todo lo que pueda para asegurar que pases una buena noche, Paula mía —dijo Pedro, sonriendo hacia Paula.


Paula fue a decir algo para poner en su sitio a Pedor por haberla llamado «Paula mía», pero él se le adelantó.


—A las siete en mi casa —dijo, tomando el bloc de notas del mostrador para escribir su dirección.


Entonces le puso el papel en la mano a Paula, que ante el tacto de sus dedos se estremeció.


—Estoy deseando recibirte en mi casa —le dijo Pedro a su tía—. Gracias por aceptar mi invitación.


—Apenas me merezco… —comenzó a decir María.


Al ver que su tía no quiso seguir hablando, Pedro y su niña se marcharon de la tienda. Paula quería preguntarle a María qué era lo que había comenzado a decir, pero mirándole la cara decidió que era mejor no hacerlo y dirigió su atención hacia una clienta que acababa de entrar. Al reconocer que era una de las asistentes a la cena a la que habían acudido hacía algunas noches, sintió cómo un escalofrío le recorría la espina dorsal.


—Estoy segura de que puedo dejarte encargada de atender a esta señora, Paula —dijo María suavemente, dirigiéndose hacia la puerta—. Necesito… Estar sola. 





Sonó el timbre de la puerta. Pedro respiró profundamente y se dio cuenta de que se sentía… Nervioso. Quería gustarle a María y que ésta quisiese tomar parte de su vida. Desde que la había mirado a los ojos, había sentido que entre ellos había una conexión. Abrió la puerta y vió a su tía en el rellano: La misma sensación volvió a apoderarse de él.


—Bienvenida a mi casa. Entra, por favor. 


Paula estaba al lado de María y, al abrir más la puerta, Luc pudo verla. Iba vestida con un elegante vestido verde que dejaba claro lo alta y esbelta que era. Tenía unas piernas muy largas que le inspiraban pensamientos no apropiados teniendo en cuenta que su tía estaba delante.


—Paula —dijo él en un tono para nada desinteresado, entonces carraspeó—. Entra.


Ella miró a los preciosos ojos oscuros de Pedro y se advirtió a sí misma que no tenía que dejar ver cómo le afectaba aquel hombre.


—Buenas noches, Pedr… Pepe —dijo.


Pensó que a María le parecería raro si ella, su «Supuesta novia», le llamada por su nombre completo. 

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