viernes, 15 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 38

 —Carla y Sofía son adultas, pero todo lo que llevo por dentro está todavía conectado con ellas —dijo Paula, con el dolor reflejado en la mirada—. A veces siento como que el pozo se ha secado y me da miedo de que si me necesitan no seré capaz de ayudarlas. He estado tan vacía, Pedro, tan vacía por dentro durante tanto tiempo.


—Dio —Pedro se acercó a ella.


Pero Paula se apartó, emitiendo un duro sonido, entre risa y dolor, con la garganta.


—Nos abandonaron en un acto imperdonable de egoísmo, y yo he tratado de compensar por esa pérdida a mis hermanas todos los días desde que ocurrió. Tú… Tú has hecho pasar a tu hija por el mismo dolor. Anoche lo olvidé durante un momento, y hoy he dejado que me ayudaras. Pero no debo olvidarme de ello. No me lo permitiré.


Pedro se dió cuenta de que Paula nunca lo perdonaría, lo que significaba que si había albergado alguna esperanza de tenerla en su vida como pareja, debía olvidarse de ello inmediatamente. No funcionaría. 


—De ahora en adelante, sólo tienes que trabajar conmigo para vender vestidos —dijo ella, mirándolo a la cara—. Cualquier otra cosa sólo podría hacernos daño.


Paula no pudo camuflar el dolor que denotaba su voz y las emociones que reflejaba su cara.


—Paula, querida mía… —comenzó a decir Pedro, que no pudo soportar el sufrimiento de ella.


—Yo… Ahí está Sofía —dijo ella, aliviada—. Me tengo que marchar. Adiós. 


Ella no tenía que acudir a ningún acto social con Pedro hasta el viernes. Agradecida, trabajó a conciencia en la tienda, se aseguró de que Carla se cuidaba y trató de no pensar en él.


El viernes por la mañana, María dejó a Romina a cargo de los clientes y sacó a Paula fuera de la tienda, llevándola a la cafetería más cercana, donde le confesó su situación económica.


—He convertido el gastarme más de lo que debería en un hábito y quiero arreglar las cosas.


—Gracias a la atención que he atraído cuando Pedro y yo hemos… Salido juntos, mis vestidos se están vendiendo bien —dijo Paula, tratando de tranquilizar a su jefa—. Estoy segura de que las cosas se arreglarán.


—Yo también estoy segura —dijo María—. Tengo un patrocinador secreto que ha quitado la tensión de mis finanzas. Es un filántropo, y el acuerdo que firmé con él es hermético y no me puede causar problemas, pero pensé que debías estar al tanto.


Entonces María se aclaró la garganta. 

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