miércoles, 20 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 50

 —No debí dejar que importara, pero permití que la traición de la esposa a la que había tratado de amar y del hermano al que había admirado me llenaran de dolor, dolor que me apartó de Valentina. Ella era inocente y estaba indefensa. Me necesitaba. Pero tras aquella noche sólo seguí adelante guiado por el sentimiento de traición y dolor. 


—Oh, Pedro —Paula no sabía qué decir.


—Contraté una niñera para que cuidara de Valen y me alejé de ella. Utilicé como excusa el hecho de que estaba ampliando el negocio familiar por Europa, pero yo sabía la verdadera razón —los ojos de Pedro reflejaban mucho dolor—. Iba a ver cómo estaba una o dos veces al año y, cada vez que la veía, veía mi dolor, mis necesidades. Me convencí a mí mismo de que no disponía de más tiempo para ella. Tenía que trabajar.


Paula tembló ante aquello, y su propio dolor y sufrimiento afloraron. No quería echarle las culpas a Pedro, ya que podía sentir cómo le afectaba todo aquello, pero… ¿Cómo podía aceptar aquel abandono?


—Valen se escapó —dijo ella.


—Sí. Ignoré a la niña que había reclamado como mía. Hice que Valen fuera tan infeliz, provoqué que estuviera tan convencida de que sólo su ausencia me agradaría, que se escapó —dijo Pedro, muy tenso al recordar todo aquello—. Yo estaba en Italia de pura casualidad cuando ocurrió. Pero incluso así, transcurrieron cinco horas desde que me enteré de que había desaparecido hasta que la encontré, acurrucada en una casucha de unas pequeñas granjas muy lejos de donde había salido.


Paula no quería ser testigo del dolor de Pedro durante más tiempo, como tampoco quería sentir lo que estaba sintiendo en aquel momento; el recuerdo del abandono de sus padres, el dolor de sus hermanas. Y el suyo propio. Pero él tragó saliva y continuó hablando.


—Fue hasta allí andando. Podían haberla secuestrado, atropellado, o se podía haber muerto de hambre allí escondida antes de que nadie la hubiese encontrado. Traicioné a mi hija, Paula, al igual que tus padres las traicionaron a ustedes.


Pedro dijo aquello de una manera muy dura; sentía asco de sí mismo.


—He decidido contarte esto con la esperanza de que, si lo sabías, podríamos dejarlo atrás y… Tener algo juntos. Pero estaba equivocado, ¿No es así? No se puede dejar atrás. No sé en lo que estaba pensando.


Paula se quedó mirándolo. Entendía el dolor que él sentía, pero eso no borraba lo que había ocurrido.


—Lo siento, Pedro—dijo, dirigiéndose hacia la puerta—. Lo siento. Por favor, entiende que yo no… Yo comprendo, pero no puedo apartar mis sentimientos al respecto. 


Paula sabía que lo que él necesitaba era que ella dijera que no importaba… Pero no podía hacerlo. 

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