miércoles, 6 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 22

Aquello hizo que Paula estuviera a punto de sonreír, pero enseguida se le quitaron las ganas al darse cuenta de que la niña estaba con su padre desde hacía poco tiempo.


—Quizá debieras irte ya a la cama — Dijo Paula, poniéndole un mechón de pelo por detrás de la oreja a la pequeña.


No debía haberla tocado, ya que al hacerlo sintió cómo le dolía el corazón ante todo aquello.


—Están las dos muy serias. ¿De qué han estado hablando? — preguntó Pedro, frunciendo el ceño.


Llevaba un envase de plástico en una mano y trató de fingir no darse cuenta de la tensa atmósfera que se respiraba. 


—Estábamos hablando de… Merengues —dijo Paula para disipar los miedos de Valentina.


—Los merengues están muy buenos —dijo Pedro, acariciando el hombro de su hija—. Ahora sube arriba y métete en la cama. Subiré en un minuto para leerte el cuento. 


Valentina comenzó a subir las escaleras corriendo, pero al llegar a la mitad se detuvo y señaló el envase del plástico que su padre llevaba en la mano.


—Espero que hayas puesto mucho —dijo, dándose la vuelta y subiendo el resto de las escaleras.


Entonces, Paula se preparó para enfrentarse a Pedro. Estaba furiosa.


—No provoqué la situación, Pedro, pero tu hija eligió confiar en mí cuando te fuiste a la cocina.


—¿Qué te ha dicho?


—Valentina me ha dicho que la dejaste con una niñera y que ella se escapó para tratar de hacerte feliz, ya que cuando la veías dabas la impresión de ser infeliz.


Parecía que Paula le había clavado una flecha en el corazón a Pedro al decir aquello, pero eso no la detuvo, ya que veía reflejado en aquella pequeña todo el sufrimiento por el que sus hermanas y ella habían pasado.


—Le arrancaste ese pobre bebé a su madre para después abandonarla, y sólo quisiste quedarte con ella una vez se hubo escapado. ¡Y la has convencido de que su madre no la quería!


Pedro esbozó una dura mueca. Tenía el dolor reflejado en la cara, pero lo camufló con una máscara.


—La madre de Valentina no la quiso. Mi hija no debió haberse enterado nunca de ello, pero la niñera que tuvo en Italia se lo dijo.


—¿Y el resto? —logró preguntar a duras penas Paula.


—¿Cuál es el motivo de esta repentina conciencia social, Paula? Cuando te marchaste de mi lado en Milán para acostarte con el gerente del espectáculo, no te preocupaban este tipo de cosas. Decidiste que él era un mejor partido, él te convenía más para escalar puestos en tu carrera, así que dejaste al pobre tonto de la «Familia de los Diamantes» y seguiste adelante.


—¿De qué estás hablando? —preguntó ella, palideciendo. 

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