viernes, 29 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 64

Pedro la besó con una delicadeza exquisita y les quitó a ambos el resto de la ropa que tenían puesta. Entonces la abrazó estrechamente y fue a echarla sobre la cama, mirándola a los ojos.


—¿Pedro? —a Paula le temblaron las manos y se abrazó a su cuello. Le tembló la boca y la apretó contra la mejilla de él.


—No digas nada. Simplemente deja que te haga el amor.


Ambos se miraron a los ojos, y una corriente de profunda pasión les invadió; tenían hambre de algo más que lo físico, y eso era lo que a ella le daba miedo. Pero entonces se le olvidaron todos los miedos al sentir el abrazo de él, un abrazo que parecía abarcar todas sus esperanzas y sueños, sus miedos y necesidades…


—Yo nunca he…


Parecía que él lo sabía. Una fiera mirada de posesión y determinación marcó la expresión de Pedro.


—Paula. Dio —dijo, poniéndose sobre ella. Le temblaron los brazos al ir a acariciar su cara—. Eres tan preciosa. Quiero adorar tu cuerpo hasta que grites por mí…


Entonces comenzó a hacer justo eso, y la llevó al límite de la pasión… Hasta que ella pensó que no podía sentir nada más, momento en el cual llevó a ambos al clímax de los sentidos. Cuando se hubo calmado, la abrazó. Ella supo que nada la había preparado para aquello y que nada de lo que vendría después se asemejaría a lo que acababa de vivir. Pedro le acarició la espalda posesivamente y tapó a ambos con el edredón, arropándolos cálidamente. Paula se acurrucó junto a él y luchó contra el súbito ataque de pánico que le entró al enfrentarse a lo que todo aquello había significado para ella. Se había dado cuenta de que amar a Pedro le dejaba sin control; estaba indefensa ante él.


—¿Qué te ocurre? —preguntó Pedro, abrazándola con fuerza. 


Pero Paula no podía contarle sus incomprensibles miedos. Por lo menos no en aquel momento en que ni ella misma podía enfrentarlos.


—No pasa nada. Estoy bien.


Pedro la acurrucó contra él y ella tuvo que reprimir las lágrimas que comenzaron a brotar de sus ojos para que él no se percatara. Entonces se quedaron dormidos. Por la mañana temprano, se ducharon juntos. Mirándola a los ojos, Pedro le enjabonó el cuerpo. Paula no podía apartar la mirada, no podía dejar de mirar la intensidad, las promesas y la determinación que veía reflejados en los ojos de él. Se le aceleró el corazón de manera peligrosa y tentadora al mismo tiempo que los miedos que la noche anterior le habían acechado aparecieron de nuevo. Amar a Pedro y aceptar sus sentimientos hacia él la dejaría siendo muy vulnerable. Le entregaría su corazón y él podría hacerle daño. Se preguntó si podría aceptar a su hija y amarla como Valentina se merecía o si, de nuevo, se vería agobiada por sentimientos de ineptitud y por una incapacidad de dar más. 

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