lunes, 18 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 45

Por un momento, Paula sintió que se le paraba el corazón al verse invadida por un millar de emociones. Entonces abrazó a la pequeña y notó que se le estaban cerrando los ojos. Le dolió el corazón y prefirió no pensar en los sentimientos que la embargaban. Abrazó a Valentina una vez más.


—Buenas noches —dijo en la suave mejilla de la pequeña, respirando el aroma a inocencia y a niñez.


Se dió la vuelta y, al llegar a la puerta, apagó la luz y salió de la habitación. Bajó a la planta de abajo y comenzó a ver las noticias. Cuando estaban terminando, el teléfono sonó. Era Marisa, para decir que no podía regresar porque había habido una inundación en su zona de la ciudad.


—Lo he visto en las noticias —dijo Paula, agarrando el teléfono con fuerza—. Me quedaré hasta mañana. Por favor, no se te ocurra tratar de volver hasta que no sea de día.


Paula tomó su bolso y subió a la planta de arriba. Comprobó cómo estaba la niña, que ciertamente dormía muy profundamente. Al lado de la habitación de Valentina, descubrió una habitación que parecía estar muy ordenada. Dejó su bolso sobre la cama y fue a buscar sábanas. Iba a ser una noche muy larga. 


—No tienes por qué andar de puntillas. No estoy dormido —murmuró Pedro.


Paula dudaba qué hacer en el rellano de la puerta de la habitación de él. Aparentemente había encontrado ropa limpia en la habitación de la colada y había tomado algunas cosas. La camiseta de él le llegaba por la mitad de los muslos. Un bañador revelaría más de su cuerpo, pero aquello era diferente. Ella podría no llevar nada debajo y, de todas maneras, había algo en el hecho de que ella llevara su ropa que… Le excitaba. Como si necesitara aún más incentivos…


—Parece que te vas a quedar mucho tiempo.


—Marisa se ha quedado atrapada en el otro lado de la ciudad. Ha habido una gran tormenta —explicó Paula, acercándose a él.


Pedro no podía dejar que lo mirara de nuevo desde un lado de la cama y no hacer nada. En vez de ello, se enderezó y se sentó en el borde del colchón.


—Me encuentro bien, Paula, muy bien y capaz de… Hacer lo que sea. Pero quizá eso no sea algo que debamos discutir en medio de la noche, cuando tú tienes ese aspecto.


—Oh —Paula estiró la camiseta para taparse más en un gesto de repentina timidez. Al hacerlo, la camiseta le marcó los pechos.


Unos pechos pequeños, redondeados, perfectamente formados que Luc estaba deseando tocar y acariciar hasta que los dos perdieran la cabeza el uno por el otro.


—Simplemente vine a comprobar cómo estabas —dijo ella, observando la habitación.


Parecía que quería mirar a donde fuera menos a él. Se ruborizó.


—Quiero decir que comprobaré cómo estás de salud y después me iré a la cama. En… En la habitación de invitados.


Si lo hubiese dicho abiertamente, no hubiese podido dejar más claro que ella, también, había pensado en compartir su cama. 


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