miércoles, 27 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 60

 —No quiero molestar, y además no estoy segura de querer enterarme de más cosas. Mis hermanas y yo… Pedro y tú deberías arreglar esto los dos solos.


—Pero Pedro te necesita a su lado —dijo María, levantando la cabeza. Su expresión reflejaba orgullo y humildad—. Sea lo que sea lo que pienses de mí, Paula, tanto si me condenas como si no, quiero que estés aquí para… Mi hijo.


Pedro frunció el ceño. Estaba a punto de decir algo cuando Paula se le adelantó.


—Por favor, perdóname, María. Esto es muy difícil para mí porque me recuerda mi propio pasado y hace que me comporte de manera… Protectora con Pedro. Pero no quiero hacerme ideas preconcebidas sobre tí.


—Por favor, quédate —le pidió Pedro a Paula, a la mujer que tanto significaba para él. 


Finalmente Paula asintió con la cabeza y todos entraron en la habitación. Se sentaron alrededor de una mesa. Ella tomó la mano de Pedro entre las suyas, y éste le dirigió a María la mirada más alentadora que pudo.


—¿Qué ocurrió, María? ¿Cómo fue que tú acabaste viviendo en Australia y yo acabé viviendo con la familia de Adrián?


—Fue como ha dicho Adrián —María apretó las manos con fuerza.


Su expresión reflejaba la tensión a la que se había visto sometida durante aquellas últimas semanas.


—¿Te quedaste embarazada… Sin estar casada? —preguntó Pedro, que sabía que por aquel entonces era un asunto peliagudo.


—Sí —a María le temblaron los labios, pero fue capaz de contener las lágrimas. Parecía dispuesta a contarlo todo sin desmoronarse.


—¿Por qué? ¿Por qué me dejaste marchar y nunca trataste de conocerme? Por lo menos después, cuando hubiera pasado todo, podrías haber…


—Permítele que se explique —reprobó Paula con dulzura.


Paula había crecido, había cambiado durante las últimas semanas. Pedro pensó que quizá habría cambiado lo suficiente como para aceptarlo con toda su historia.


—Me quedé embarazada de tí cuando tenía dieciséis años, Pedro — susurró María, mirando al suelo. Pero entonces levantó la cabeza y miró a su hijo directamente a los ojos, con el dolor y el sufrimiento reflejado en los suyos—. Pensaba que estaba enamorada, pero la familia pagó a tu padre para que me abandonara. Se marchó del país y me dejó sola. Entonces me dieron a elegir; o te entregaba a los padres de Adrián cuando nacieras, momento en el que me tenía que marchar y no volver a verte nunca, o ellos harían que me fuera imposible encontrar trabajo ni ayuda en Italia si me quedaba contigo. Yo no tenía dinero ni esperanza…


Pedro se percató de que los que habían tenido la culpa de todo aquello habían sido sus abuelos, no María.


—Fueron unos monstruos al hacerte eso, María. Debió de ser tan duro para tí… —dijo Paula, rompiendo el silencio que se había creado.


—Me compraron un billete de avión para Australia —prosiguió María, mirando a Pedro, apesadumbrada—. Trabajé muy duro y con los años logré crear mi propio negocio, pero también me gasté dinero para consolarme cuando me deprimía. Y eso se ha convertido en un hábito muy difícil de abandonar.


—Entonces yo aparecí en el mundo que habías construido y te causé incluso más angustia —dijo Pedro, que en realidad no se arrepentía de haberlo hecho.


María se acercó para tomar la mano que su hijo tenía libre. 


—Sólo me angustié porque no sabía cómo decirte la verdad. ¡Quería hacerlo y suplicarte que me dejaras ser tu madre de nuevo!


Paula se llevó el puño a la boca. Se levantaron. Pedro tenía agarrada la mano de María, mientras ella apretaba su hombro contra él de la misma manera que había visto que hacía con sus hermanas; como una muestra de solidaridad que le llegó al corazón.


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