viernes, 29 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 62

 —Me gustaría mucho que así ocurriera —dudó si seguir hablando y esbozó una temblorosa sonrisa—. Hijo mío.


—Buenas… Buenas noches —dijo Pedro, temeroso de desmoronarse.


Sacó fuerzas y se dirigió a la puerta. Mientras Paula abrazaba a María y se despedía de ella, respiró profundamente para recomponerse. Cuando ella lo alcanzó y ambos salieron al pasillo, él trató de tomarle la mano y, cuando ella lo aceptó, suspiró aliviado.


—No quiero marcharme. Quiero… Necesito abrazarte.


—Es lo que yo también necesito —admitió Paula.


En la habitación de María, mientras Pedro había asimilado lo que le había confesado su madre, ella misma se había dado cuenta de una cosa. Amaba a Pedro. Lo había amado desde hacía seis años. Y ese amor era muy fuerte en aquel momento, muy profundo y completo. Le embargaba el corazón, el alma y el cuerpo. Deseaba a Pedro, lo necesitaba, así como necesitaba demostrarle esos sentimientos…


—Le tengo que decir la verdad a Valentina —espetó Pedro mientras se dirigían hacia el pasillo donde estaban sus habitaciones. Se detuvo al llegar a la puerta de la suya—. Hay gente que lo sabe y no puedo protegerla completamente de que llegue alguien y se lo diga. Es mejor que se entere por mí.


Paula también se detuvo, y los recuerdos de lo que había ocurrido en aquel mismo hotel hacía años se apoderaron de su mente. Pero los apartó; sólo eran recuerdos.


—Valentina todavía es muy pequeña y ha tenido miedo. No sé si estápreparada…


—No, todavía no —dijo Pedro—. Pero cuando esté preparada, cuando se sienta segura, se lo contaré para que lo sepa y no le puedan hacer daño con ello.


—Sí —dijo Paula, que sintió cómo el deseo de tener a Pedro crecía dentro de ella.


Él le acarició la mejilla y ella presionó su cara contra la palma de la mano de Pedro. Pero se advirtió a sí misma que las cosas entre ellos no estaban completamente resueltas. No habían arreglado sus problemas. Pero parecía que Pedro ya confiaba en ella. No quería discutir, todo lo que quería hacer era demostrarle lo que sentía por él.


—Llévame adentro, Pedro. Has dicho que necesitabas abrazarme y quiero que lo hagas.


Le acarició el pecho y dejó su mano sobre el corazón de aquel hombre al que amaba.


—Dio, Paula, preciosa mía —dijo Pedro, temblando al dirigir su mano a tocar la cara de ella, a acariciarle los labios—. ¿Sabes lo que estás aceptando? —entonces la abrazó.


—No pasará nada entre nosotros que ambos no deseemos —le dijo ella al oído.


Con un leve gruñido, Pedro sacó la llave de la habitación de su bolsillo y abrió la puerta, apresurando a Paula a entrar.


—Quiero hacerte el amor, tener intimidad contigo y no dejarte marchar nunca. ¿Me entiendes, Paula?


Ella no podía pensar en otra cosa que no fuera en el hombre que tenía delante y en lo que le pedía su cuerpo, que era que estuviese con él en aquel preciso momento. 

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