miércoles, 27 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 59

 —Tengo la sartén por el mango, hermano. Te puedo hacer daño. Si esto no es suficiente, puedo quitarte a la mocosa…


—¡Pedro! —exclamó Paula, poniéndose delante de él y agarrando el puño que había levantado él—. ¿No te das cuenta de que es eso lo que quiere? Una pelea en público para darte mala imagen. No le des ese placer — entonces miró a Adrián—. Es una pena de hombre. Ya tiene demasiadas cosas con las que cargar en su conciencia.


—No me pesa la conciencia —dijo Adrián, levantando la cabeza y mirando sin rastro de remordimiento. Pero se mantuvo a cierta distancia a Pedro—. Soy un hombre felizmente casado con tres hijos. Puedo hacer lo que quiera. No tienes ningún tipo de control sobre mí, Pedro. Me río ante la idea de que pienses que puedes darme órdenes…


—¿Ah, sí? ¿Crees que iba a dejar las cosas como estaban y no dar pasos para proteger a mi hija y sus intereses, Adrián? —dijo Pedro.


Le satisfizo observar la intranquilidad que reflejaba la cara de su hermano. Bella estaba disgustada, María lloraba, y el causante de todo era Adrián. Pero iba a aprender de lo que Pedro era capaz.


—¿No te has percatado de la imparable venta de acciones en tus tres compañías más importantes durante los últimos años? Cada vez que tienes un agujero financiero, hay alguien que te compra unas cuantas acciones.


Pedro hizo una pausa.


—Vamos a ver. ¿Cuáles han sido las más recientes canalizaciones? Ah, sí. Cien invitados a un casino durante un fin de semana con todos los gastos pagados, ¿No es así? Y antes de eso, un crucero por el mundo con todos tus tan «Renombrados» amigos.


—¿Cómo puedes saber todo eso? —preguntó Adrián, que parecía estar encogiendo de tamaño ante aquellas revelaciones.


Paula estaba en silencio al lado de Pedro, todavía agarrándolo de la mano. Tomó también la mano de María, que se había secado las lágrimas y estaba mirando a Adrián llena de furia.


—A través de una administración financiera, he comprado las suficientes acciones de tus empresas como para poder hacerte la vida muy desagradable si tratas de hacernos de nuevo daño a María, a mí, o a cualquier otro miembro de mi familia. ¿Me entiendes, Adrián? Trata de herir a aquéllos que yo quiero y seré yo el que te haga daño a tí. 


Adrián comenzó a decir una serie de improperios, se dió la vuelta y se marchó. Pero había comprendido. Entonces Pedro se dirigió a María y a Paula, cuya cara reflejaba impresión y confusión.


—Vamos a llevar a zia María a su habitación —dijo Pedro, que deseaba apartar a María de las miradas indiscretas—. Éste no es lugar…


—Estoy de acuerdo. María debe darte una explicación —dijo Paula con la voz calmada.


Pero Pedro pudo sentir el remolino de emociones que se había apoderado de ella. Se preguntó si estaría culpando a María por haberlo abandonado.Se planteó si él mismo lo hacía. Pero incluso si quisiera culparla, él era la última persona en tener ese derecho.


—Dejemos que María se recomponga y que me dé esa explicación.


—Lo haré. Te lo prometo, Pedro —fue todo lo que pudo decir María, que estaba muy emocionada.


Se dirigieron a la habitación de María en silencio, un silencio cargado de emociones. Pedro no sabía qué decir, ni qué pensar, ni qué desear. No sabía ni para qué tenía que prepararse. Al llegar a su habitación y abrir la puerta, a María le temblaron las manos al indicarles a ambos que entraran. Todavía estaba muy pálida, pero parecía dispuesta a aclararlo todo. 

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