lunes, 25 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 51

 —Me voy a quedar porque Valentina no se puede quedar a solas contigo, por si acaso te pones enfermo —dijo a duras penas. Tenía un nudo en la garganta—. Pero por la mañana me marcharé y… Quiero que me dejes encargarme de vender el resto de mis vestidos a solas. Sabes que no me detendré hasta que no los haya vendido todos, y es mejor si… No nos vemos para trabajar juntos nunca más.


—Creo que entonces ya tengo mi respuesta —dijo Pedro, dándose la vuelta—. Por lo demás, seguiré haciendo lo que crea que es mejor para mi tía. Si ello implica que tenemos que asistir juntos a más actos sociales, esperaría que fueras.


—Por favor, recapacita sobre ello —pidió Paula, sin poder mirarlo a los ojos.


—Ahora mismo no puedo darle más vueltas al asunto. Te informaré de lo que decida. Había pensado que lo abandonáramos todo, Paula, pero esta invitación cambia las cosas —dijo Pedro, dejando un sobre de papel de vitela sobre el regazo de Bella.


Ella estaba sentada en la suave hierba desde la que se veía el río Yarra. Era lunes. Habían estado separados menos de dos días y, en ese tiempo, Paula había estado más desesperada por él de lo que lo había estado durante los últimos seis años. Pero eso no importaba, no importaba cuánto deseaba volver atrás en el tiempo y decirle que sí, que quería estar con él, que podía olvidar su pasado. No podía hacer eso.


—Has estado alejado durante dos días, no has telefoneado. Supuse que no querías trabajar más conmigo en ningún proyecto —dijo, levantándose y mirándolo a la cara.


Pero con sólo mirarlo le temblaba todo el cuerpo, y afloraron todas sus emociones. Agarró el sobre con fuerza.


—¿Cómo me has encontrado?


—Primero fui a la tienda, y Romina me indicó que estarías aquí. María estaba ocupada, atendiendo a un cliente.


Paula se preguntó por qué se sentía tan mal al haberse alejado de él. No tenía nada que ofrecerle aparte de un pasado lleno de dolor por el abandono de sus padres. Y ella no podía aceptar el que él mismo hubiese abandonado a su hija.


—No debiste haber venido, Pedro.


—¿Crees que ha sido fácil mantenerme apartado de tí? ¿Puedes entender lo aturdido que estoy y cómo me duele pensar en tí? Dime que tú también has pensado en mí.


Paula había pensado en él noche y día, hasta creer que iba a enloquecer.


—No. Por favor, no digas… —no pudo continuar hablando.


Sin mirar dentro del sobre, se lo devolvió, respirando profundamente.


—Gracias por traerme la invitación pero, sea lo que sea, no quiero participar.


—Nos han invitado a Milán, al mismo desfile en que hace seis años comenzó todo —dijo, empujando la mano de ella con la invitación hacia atrás—. Ábrela. Léela. Y entonces dime que puedes darle la espalda a una oportunidad de tal magnitud de hacer tus vestidos mundialmente conocidos. 

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