viernes, 1 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 15

 —Esto no ha debido pasar —logró decir.


—No le des demasiada importancia al beso, Paula. Simplemente sentí que debíamos poner a descansar los fantasmas del pasado. Eso es todo.


—Tú eras un hombre casado, y traté por todos los medios de olvidarte cuando me enteré.


Pedro podía haberle dicho que se había estado separando, que había estado planeando contarle su situación y pedirle que comprendiera. Pero no lo hizo.


—Así que querías enterrar cualquier sentimiento o atracción que hubiéramos sentido en el pasado. Considéralo hecho y no me vuelvas a besar nunca más.


—El beso ha resultado como yo quería. No veo la necesidad de volver a repetirlo —dijo Pedro, que se engañó a sí mismo diciéndose que aquello había terminado con su historia, que ya podían seguir adelante.


En aquel momento apareció un taxi y Pedro levantó la mano para atraerlo, adelantándose a ella.


—Mañana te pasaré a buscar a la seis para asistir a la cena en el crucero por el río Yarra. Ponte unos zapatos con los que puedas andar bien por la cubierta de un barco en movimiento.


—Así haré. Pretendo tener mucho cuidado con todo a tu alrededor, Pedro. Empezando ahora mismo.


Paula se montó entonces en el taxi y, sin mirar atrás, le indicó al taxista su dirección.


Pedro se montó en su coche y se dirigió a su casa, comprobando cómo estaba su hija nada más llegar. Estaba profundamente dormida. Valentina… Se parecía tanto a Adrián cuando dormía. Se acercó para darle un beso en la frente, y un sentimiento de protección se apoderó de él. Se preguntó cómo habría podido alejarse de ella. Era un dolor con el que tendría que vivir para siempre. Suspiró y se marchó a su habitación. 


El lunes, María regresaría a su tienda. Incluso en aquel momento, quizá hubiese regresado a su casa y había oído su mensaje en el contestador. Si no respondía durante el fin de semana, el lunes iría a la tienda.  Sí. Tenía que centrarse en María, en conocerla, y en no tener más contacto con Paula que el estrictamente necesario. Vieron Melbourne desde un lujoso crucero. Tras beber un vodka, Paula comenzó a beber agua mineral mientras Pedro bebía vino tinto. Ella charló animadamente con los demás invitados y, cuando la velada terminó, hizo parar un taxi para que la llevara a casa.


—Buenas noches —dijo con firmeza mientras se metía en el automóvil—. Te veré en el próximo acto social al que acudamos.


Se dijo a sí misma que no iba a pensar en él hasta entonces, y lo logró hasta el lunes, cuando la voz de Luc alteró el silencio momentáneo que había en la tienda.


—Sé que no te acordarás de mí, zia. Yo tampoco me acuerdo de tí, pero me gustaría conocerte.


Paula se quedó petrificada y esperó a ver qué respuesta le daba María. Al ver que no había respuesta, miró para ver qué ocurría, y vió a Pedro en el mostrador, de perfil, y a María con la cara lívida.


—¿María? —dijo Paula, que no se paró a pensar. Simplemente se levantó y se acercó a su jefa para ayudar.


Al oírla, Pedro miró hacia ella con la impotencia reflejada en la cara, lo que provocó que inexplicablemente a Paula se le encogiera el corazón. 

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