viernes, 15 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 37

 —Puedo llevar mis cosas. Puedo controlar lo que me está ocurriendo… —entonces dejó de hablar al percatarse de que con su arrebato había revelado más de lo que quería—. Es muy amable de tu parte querer ayudar, pero es sólo una maleta.


—Desde luego; llévala tú si te hace feliz.


Pero aquello no versaba sólo sobre una maleta, y Pedro se preguntó por qué Paula necesitaría tanto sentirse en control. Quizá tendría que ver con el abandono de sus padres. Fueron hasta el coche en silencio.


—Éste es —dijo Paula al llegar al vehículo, abriéndolo y poniendo su maleta en el asiento trasero. Entonces se dió la vuelta hacia él de mala gana.


A Pedro le enojó pensar que ella pudiera estar pensando que él esperaba que le diera las gracias por la ayuda que le había prestado.


—Te ayudé porque tu hermana me lo pidió, Paula, y porque estaba allí y podía hacerlo. Sé que podrías haberlo hecho todo tú sola, pero no hay nada malo en aceptar ayuda.


—Aprecio que quisieras ayudarme —dijo Paula entrecortadamente y con la tensión reflejada en la cara—. De verdad que lo aprecio, Pedro.


—¿En serio? —preguntó él, acercándose a ella y tomándola por los brazos.


Estaban cara a cara, y Pedro se percató de que quería entenderla. Necesitaba hacerlo.


—Háblame de tus hermanas, cuéntame cómo fue salir adelante sin tus padres —pidió, esbozando una dura mueca—. Necesito entender tu miedo, ya que es parte de lo que se interpone entre nosotros.


—No ayudará. No cambiará nada —dijo Paula, apartándose de él—. Yo tenía dieciocho años cuando nuestros padres nos dejaron y mis hermanas necesitaban depender de alguien. Y yo fui esa persona.


—¿Habías siquiera acabado el colegio?


—Acababa de terminar, y una agencia de modelos, que había visto mi fotografía en el periódico junto al equipo de baloncesto de mi colegio, requirió mis servicios. Las Navidades se acercaban… No fue exactamente un buen regalo el que mis padres nos dieron a mis hermanas y a mí aquel año. 


Pedro quería que Paula dejara de sufrir, pero sabía que no podía hacer  nada. Aquélla era la razón por la cual ella le culpaba de una manera tan personal por haber dejado a Valentina. Él mismo sabía que lo que había hecho había estado mal. Cada día se enfrentaba con su culpa.


—Carla y Sofía siempre trataron de ayudar, pero eran todavía unas colegialas. No podían soportar el peso emocional que aquello suponía. No estaban preparadas.


—Fuiste tú la que soportaste todo el peso —dijo Pedro, que sospechaba que había más secretos—. Ahora tus hermanas son adultas y manejan sus propias vidas. ¿Cómo te afecta eso a tí?


Al preguntar aquello, a Pedro le vino a la mente el hecho de que Carla, a pesar de haber tenido a su marido al lado, había querido ver a sus hermanas en aquellos momentos tan difíciles en los cuales estaba preocupada por su bebé. Sintió cómo le dolía el corazón, ya que él había perdido ese sentido de la familia. Bueno, en realidad nunca lo había tenido. Parecía que sus padres nunca habían llegado a aceptarlo realmente. Adrián había sido siempre el favorito. 

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