viernes, 15 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 40

 —Pensé que alguien le habría informado… El ama de llaves de Pedro o el hospital. Hubo un accidente —la chica tomó aire—. Se desplomó una de las tomas de luces nuevas. Casi da a una dienta. Pedro la salvó, pero a él le dió en la cabeza. Y las tomas de luces son pesadas…


—¿Pedro está herido? ¿Dónde está? ¿Es muy grave? —a Bella se le hizo un nudo en el estómago.


Entonces se oyó a alguien por detrás de Karen que necesitaba su ayuda, por lo que la muchacha se excusó un momento.


—Lo siento. Voy a tener que colgar. Acaba de llegar un grupo de turistas extranjeros. Parece que siempre ocurre cuando estamos a punto de cerrar. Pedro estuvo en el hospital y luego le mandaron a casa. Es todo lo que sé. Supongo que no puede ser muy grave cuando le dieron el alta.


—Está bien, gracias por tu ayuda —dijo Paula, que también quería colgar.


Se preguntó si Pedro estaría realmente bien. Entonces salió y cerró la tienda, dirigiéndose hacia el estacionamiento donde tenía su coche. Por el camino, telefoneó a Sofía para explicarle lo que había pasado y ofrecerle las entradas de teatro.


—Están en la mesilla de noche de mi habitación, bajo el reloj.


No las había puesto allí para haber recordado que iba a ver a Pedro ni nada parecido; simplemente era el mejor lugar donde guardarlas.


—Tengo que colgar, Sofi. Siento haber estado utilizando el coche últimamente más de lo que me tocaba.


—No te preocupes —Sofía hizo una pausa—. Quizá les dé un buen uso a esas entradas. Me arreglaré el pelo y me pondré un magnífico vestido. Estaré sofisticada y glamurosa. Cuídate, Pau. Me he dado cuenta de que te preocupas por él, pero Pedro sigue siendo el que te hizo daño…


—Oh, pero yo no… Pedro y yo ni siquiera somos…


—Lo siento. Leonardo está en la puerta para ayudarme a pintarme las uñas. Tengo que colgar. Gracias por las entradas.


A Paula le inquietó un poco que Sofía hubiese notado su interés por Pedro, pero no tenía tiempo de pensar en ello en aquel momento. Tenía que enterarse del alcance de las heridas de él. Se montó en su coche y condujo hasta la casa de éste. Cuando llegó, había un viento muy fuerte. Llamó a la puerta y esperó. Y esperó aún más. Fue a llamar de nuevo cuando por fin alguien respondió.


—Oh, Paula. Lo siento. Debería haberme puesto en contacto contigo, pero cuando lo sugerí, el señor Pedro se negó —dijo Marisa un poco exaltada, indicándole a Paula que entrara—. Por favor, pasa. Querrás verlo enseguida, y estoy segura de que él se sentirá mejor al verte.


El ama de llaves parecía realmente alterada.


—¿Está… Está muy mal?


Parecía que Marisa no estaba escuchando.


—Iré a ver si todavía está despierto. No ha dormido prácticamente nada desde que lo trajeron a casa, y estoy segura de que le vendría bien descansar un poco —dijo el ama de llaves, subiendo por las escaleras y desapareciendo.


—Marisa. Oh, espera —dijo Paula, que no descansaría hasta que no viera a Pedro ella misma.


Se quedó esperando al ama de llaves en el vestíbulo. Necesitaba tranquilizarse. 

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