lunes, 4 de diciembre de 2023

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 20

 —¿Qué puede haber ocurrido en el pasado de María para que se ponga tan nerviosa delante de un miembro de su familia después de tantos años?


—No lo sé. Cuando era pequeño oí algunos cuchicheos —dijo Pedro, también muy preocupado por María—. No comprendí mucho, pero creo que hubo un problema con un hombre. Quizá un compromiso que fracasó. Ella se marchó del país repentinamente.


—Y nunca regresó.


—Por aquel entonces las cosas eran distintas —Pedro hizo una pausa—. Si se negó a casarse con quien sus padres tenían en mente, quizá la familia renegó de ella. 


—Quizá haberte visto haya hecho resurgir en ella memorias desagradables. Si ése es el caso, con el tiempo lo superará. La presión de su situación económica tampoco estará ayudando. Si le dijeras la verdad, sabría que no tiene que preocuparse más por el dinero.


—Si le dijera la verdad, se daría cuenta de que está en deuda conmigo y se sentiría aún más presionada —Pedro agitó la cabeza—. Está demasiado nerviosa como para soportar saberlo.


—Supongo que tendrá que esperar un poco —dijo Paula, que aunque no quería admitirlo, sabía que él tenía razón.


Paula podía oír sonido de agua chapoteando desde la planta de arriba de la casa, y pensó que quizá fuera Valentina, bañándose.


—Esta tarde me han encargado que haga dos vestidos. Ambos encargos de mujeres que asistieron a la cena benéfica. Una de ellas incluso también ha comprado uno que ya estaba hecho.


Al decir aquello, sintió cómo una pequeña ola de placer le invadía el cuerpo, y sonrió.


—Hemos vendido cinco vestidos más a clientes habituales y mañana he quedado con un grupo de cinco mujeres del crucero Yarra porque quieren ver vestidos.


—Eso está bien. Me alegra oírlo, cara mia.


Pedro se acercó a ella, que fue incapaz de moverse. Se preguntó si iba a besarla. Se miraron a los ojos, y una parte de ella deseaba que lo hiciera, pero entonces agitó la cabeza y se apartó.


—Tengo que irme. Es tarde y hay un trecho hasta mi casa.


—En realidad es pronto —señaló Pedro, analizándola con la mirada.


En aquel momento se oyeron unas pisadas en las escaleras y, al mirar hacia ellas, Paula, aliviada, vió a Valentina con su camisón. La pequeña dudó qué hacer, pero entonces bajó las escaleras y abrazó las piernas de su padre, soltándolo rápidamente. Pedro dió unas palmaditas en la espalda a su pequeña; parecía que no quería apartarse de ella.


—¿Es hora de irse a la cama? ¿Te leo un cuento antes de que te duermas?


—Si no te molesta —dijo la niña con la expectación reflejada en la mirada, dejando claro que aquello era una rutina en aquella casa. 


—Un cuento parece estupendo —dijo Paula, a quien le pareció encantador que un padre le leyese a su hija.


Ni a sus hermanas ni a ella sus padres les habían leído cuentos cuando habían sido pequeñas. 

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