viernes, 7 de julio de 2023

Loca Por tí: Capítulo 15

Pedro se fijó en las montañas recortadas contra el cielo. El rojo de la tierra hacía un contraste fabuloso con el límpido azul en el que no asomaba ni una sola nube y con el increíble verde de la vegetación.


–Vete parando por aquí –le indicó Paula cuando llegaron a los pies de una cascada de agua transparente.


Una vez fuera del vehículo, llegó hasta ellos el sonido del agua que caía en la poza. Pedro se quedó sorprendido al ver tanta agua y se acercó. La superficie le devolvió su propio reflejo y el de una rubia muy guapa.


–Hace mucho calor. ¿Nos bañamos? –propuso.


–¿Con o sin bañador? –bromeó Paula para disimular su nerviosismo.


–Bueno, tú eres la anfitriona, así que tú decides… –contestó Pedro girándose hacia ella.


–Estaba de broma, estaba de broma –se apresuró a asegurarle Paula.


–¿Seguro? –contestó Pedro–. El agua tiene una pinta estupenda…


–Pedro, me estoy poniendo nerviosa –reconoció Paula.


–¿Por qué? No tienes motivo –contestó Pedro–. Estás a salvo conmigo.


–Ya lo sé –contestó Paula–, pero sabes perfectamente por qué lo digo. Si quieres que nos bañemos, hay muchas pozas. Gonzalo, Brenda y yo venimos mucho. La que más nos gusta es la poza de la media luna porque en ella crecen lotos azules, que son plantas sagradas. Podríamos ir un día…


–¿Contigo? –quiso saber Pedro mirándola fijamente.


–Puede –contestó Paula.


–Maravilloso –suspiró Pedro imaginándosela desnuda como una ninfa con la melena rubia y mojada cayéndole sobre los hombros y la piel con el brillo del agua.


Paula miró hacia arriba.


–Ahí hay una cueva tan grande que me solía dar miedo entrar por miedo a perderme –comentó–. ¿Ves la entrada desde ahí? –le preguntó girándose hacia él, que la estaba mirando–. Está un poco tapada por las acacias. Para entrar, hay que agacharse, pero luego dentro el techo mide más de dos metros.


–¿Y es segura? –quiso saber Pedro.


–Sí, nunca le ha pasado nada a nadie, pero yo no me meto tan adentro como Dev. No me atrevo. Mel, tampoco. Debe de ser porque he leído muchas veces un libro de Joan Lindsay que se titula Picnic en Hanging Rock. Lo escribió en 1970 y cuenta la historia de un grupo de escolares y su profesora que desaparecieron en Hanging Rock el día de San Valentín.


–¿Y temes desaparecer tú también? –se burló Pedro.


–Espera a ver la cueva por dentro –contestó Paula.


–¿Te crees que me va a dar miedo?


–Ya veremos. No serías el primero. A algunos de nuestros invitados les ha dado miedo también ir a Uluru y Kata Tjuta, que son lugares sagrados aborígenes. El Valle de los Vientos en Kata Tjuta puede dar miedo. Sobre todo, cuando sopla el viento. Parece otro mundo.


–Me gustaría ir –le aseguró Pedro tendiéndole la mano–. Te ayudo.


Su voz sonó tan tierna que Paula sintió que se le encogía el corazón. No tuvo más remedio que aceptar su mano. Al sentir sus dedos, se dijo que había sabido desde el principio que con aquel hombre nada iba a resultar normal. Era la primera vez en su vida que sentía una excitación y una hiperactividad de los sentidos tan fuertes como los que estaba sintiendo. Jamás se le hubiera ocurrido soñar con algo así.

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