lunes, 24 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 44

 –Qué bien bailas, Pedro –le dijo en un rapto de placer.


–Tú también, pero tu estilo es un poco demasiado formal. Ven aquí –le dijo apretándola contra sí, haciendo que sus pechos entraran en contacto con su tórax–. Relájate, relájate por completo –le indicó–. Sígueme. El tango argentino requiere mucha improvisación. La emoción es muy importante. Eso a nosotros nos sobra, ¿Verdad?


Paula se sentía embelesada. ¿Se refería a ellos? Todavía le fallaba la seguridad en sí misma y las intervenciones de Karen no le estaban ayudando en absoluto. Estaban bailando en la parte más alejada de la terraza. El cuerpo de Pedro, tan musical y rítmico… No había experimentado jamás nada tan sublime. La forma de bailar de él hacía que la suya mejorara. Siempre le habían dicho que bailaba muy bien, pero aquello estaba siendo mucho más que baile, aquello era una comunión de sus cuerpos y de sus almas. Nadie los interrumpió. Los demás estaban concentrados en lo suyo, como ellos, pero no paraban de mirarlos. Era como una clase de nivel avanzado en la que los alumnos siguen a los profesores. Poco a poco, los demás bailarines se fueron retirando hasta que solo quedaron ellos en la terraza, como si se tratara de un escenario. Qué apasionado y divertido era el tango. Los aplausos que siguieron a su interpretación fueron sinceros.


–¡Bravo! ¡Bravo! –les gritaron.


–Jamás he visto a nadie bailar el tango como a ustedes –les dijo una Moira O’Farrell visiblemente emocionada–. Paula, no sabía que bailabas tan bien. ¡Qué sexy!


–Hoy es un buen día para liberarse –contestó Pedro.


Lo cierto era que todos se habían quedado extasiados ante la nueva Paula, que había pasado de serena y tranquila a apasionada y sexy por obra y arte del tango. Por supuesto, bailar con un argentino ducho en el tema era importante, pero, aun así, todos quedaron impactados por lo que habían visto. Aquello había sido pura seducción. La fiesta terminó alrededor de las tres de la madrugada. El grupo había dejado de tocar una hora antes y había llegado el momento de dormir un poco antes de incorporarse al brunch que se serviría a partir de las ocho de la mañana. Los invitados mayores se habían ido retirando hacía tiempo. Ahora, les llegaba el momento a los más jóvenes. Paula se quedó hasta el final para asegurarse de que todo iba bien. Sus padres se habían ido a dormir a la una, después de declarar abiertamente lo bien que lo habían pasado y lo bien que había salido todo.


–No sueles ver mucho a Karen, ¿Verdad, cariño? –le preguntó su madre al despedirse con un beso.


–No, la verdad es que no –contestó Paula sinceramente.


–Bien, me alegro. Nunca me gustó esa chica. En eso estoy de acuerdo con tu difunto abuelo, que nunca la tuvo en gran estima tampoco. Tú tienes tu vida y ella, la suya. No confío en ella, así que ten cuidado –le aconsejó antes de irse.


Paula apagó las luces de la pista de baile, pero dejó algunas lámparas encendidas. No quedaba nadie más. Era extraño, pero no se sentía cansada. Más bien, todo lo contrario. Tenía exceso de energía y sabía perfectamente de dónde le venía. Qué tortura desear tantísimo a una persona y tener que mantener las distancias.

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