viernes, 14 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 28

El día del partido de polo fue todo un éxito, como era de esperar. Cuando el equipo rojo, capitaneado por Javier Devereaux Chaves, y el equipo azul, capitaneado por el invitado argentino Pedro Alfonso, salieron al terreno de juego, los aplausos se sucedieron de manera ensordecedora. A las gentes de aquella zona le encantaban los caballos, pues formaban parte de su estilo de vida, así que no era de extrañar que les gustara el polo. Muestra de ello fue que llegó gente desde muy lejos para presenciar el partido. El polo era el deporte más rápido del mundo y, además, tenía el aliciente de que entrañaba cierto peligro.


–Esto es genial –comentó Moira O’Farrell, una atractiva pelirroja asidua al polo, echando la cabeza hacia atrás.


Cuatro hombres por equipo. Todos altos, fuertes y guapos, pero todos los ojos femeninos seguían al argentino. Era de lo más exótico porque no era de por allí. Además, Gonzalo ya estaba prometido, así que no merecía la pena perder el tiempo con él. Todos los jugadores eran increíblemente guapos y todos estaban solteros en aquel momento, lo que resultaba muy interesante. Sus seguidoras esperaban que alguno se fijara en ellas. ¿Tendría alguna la suerte de que fuera el argentino? Todas se imaginaban en una preciosa casa en la pampa argentina, por no hablar de llevando una vida de ensueño en Buenos Aires, cuna del erótico tango. La organización del fin de semana había recaído en Paula. Aunque no era persona dada a ensalzar sus cualidades, era muy buena organizadora de eventos.


–Mucho mejor que yo, cariño –le había dicho su madre, Alejandra.


Los banderines de colores que delimitaban el terreno de juego ondeaban con la brisa. Entre los colores de los banderines, resaltaban el azul y el blanco de la bandera argentina, meca mundial del polo, y el azul, el blanco y el rojo de la bandera australiana, pues en Australia también les gustaba mucho jugar al polo. El terreno de juego tenía casi trescientos metros de largo y la mitad de ancho y aquel día el césped lucía gracias a los cuidados dispensados como una auténtica alfombra verde. Varios de los jugadores que había sobre el terreno de juego habían llegado a Australia acompañados de sus monturas, caballos grandes de pura sangre con las patas protegidas desde debajo de la rodilla hasta el espolón. Tenían las crines rubias y llevaban los rabos trenzados para que el mazo de los jinetes no se enganchara en ningún sitio. Cuanto más alto era el caballo, más largo tenía que ser el mazo. Los de Gonzalo y Pedro medían más de un metro ochenta. Brenda se había puesto una camisa marinera a rayas blancas y azules y unos pantalones de tela rojos que acentuaban sus larguísimas piernas. Desde luego, su atavío no dejaba lugar a dudas de con qué equipo iba. Paula había elegido una blusa azul cielo y unos pantalones de lino blancos, pero había sido pura casualidad, no por querer ir vestida de los colores de la bandera argentina. Karen iba entera de blanco. A ella le gustaba ir casi siempre de un solo color. Toda de negro, toda de blanco, toda de beis. Una vez había llegado a decir que seguía los consejos de Coco Chanel y lo cierto era que le quedaba bien porque resultaba elegante. Por lo menos, así se lo parecía a Paula. Para aquella tarde había elegido una camisa blanca sin mangas con cuello mao y unos pantalones pitillo del mismo color con sandalias de tacón alto blancas también. El único detalle de otro color que se había permitido había sido un pañuelito de seda anudado al cuello. Era azul y amarillo.

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