viernes, 28 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 52

 –Puede ser peligroso –le recordó ella–. Gonzalo nunca lo ha hecho.


–Solo voy a explorar un poco –le aseguró besándola por todo el rostro.


–Bueno, pero yo no pienso ir. Ya te he dicho que tengo claustrofobia.


–¿Cómo que no? ¡Tienes que venir conmigo! Así me controlaré más y no cometeré locuras. Recuerda que soy un aventurero, me gusta escalar montañas y volcanes activos.


–Aunque estés acostumbrado a Los Andes, esto puede resultar peligroso –insistió Paula.


Pedro le acarició la mejilla.


–Te prometo que no voy a cometer ninguna locura. ¿Cómo iba a hacer una cosa así sabiendo que tú me estás esperando fuera?


Paula seguía temiendo que podía ser peligroso, pero no había manera de parar a un hombre como Pedro Alfonso. Habían llevado sombreros porque fuera de la cueva el sol calentaba con fuerza. Dentro, sin embargo, hacía frío, así que él se quitó el sombrero y encendió la linterna. Al instante, el cocodrilo del techo y las demás criaturas cobraron vida. Paula no pudo evitar pensar en las toneladas de piedra que tenían encima de sus cabezas y recordó lo que le había sucedido a Joan Lindsay. La idea de perder a Pedro, el hombre al que amaba, hizo que el corazón comenzara a latirle aceleradamente.


–Dame tu bendición –le dijo Pedro.


Paula abrió la boca para decir algo, pero no pudo.


–No te preocupes, con un beso será suficiente –sonrió Pedro.


–Estás loco –murmuró Paula.


–Por tí –contestó Pedro besándola.


Acto seguido, se despidió de ella y se acercó a la entrada del túnel y se agachó para comenzar su exploración. Paula sabía que, tras avanzar un buen rato a gatas, se llegaba a una cámara en la que te podías poner de pie. Gonzalo se lo había contado. También sabía que había innumerables pasadizos que se comunicaban los unos con los otros creando un laberinto en el que resultaba fácil perderse, pero Pedro necesitaba saciar su curiosidad. Ella se sentó en la arena y apoyó la espalda en la pared. Al cabo de unos minutos, se dió cuenta de que estaba aguantando la respiración, de que a su alrededor no había más que silencio, no oía a Pedro. Se preguntó si los dioses aborígenes los considerarían intrusos.  ¿Y si oscurecía y él no había vuelto? ¿Y si desaparecían los dos como las colegialas? Paula se dijo que debía mantener la calma. A Gonzalo no le había pasado nada cuando había entrado. Claro que tampoco había tenido intención de ir muy lejos. Para empezar, porque su abuelo habría montado en cólera si le hubiera pasado algo a su heredero.

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