miércoles, 19 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 37

 –¿Y si tan solo estaba intentando quitármela de encima? –le explicó Pedro apretándose contra ella–. No estoy casado, no llevo alianza, así que lo único que puedo decir es que tengo novia.


–¿Cómo se llama? –quiso saber Paula a pesar de que le dolía el corazón.


–No se llama de ninguna manera porque no existe –le aseguró Pedro con dulzura–. Ha sido una estratagema para que Moira no perdiera el tiempo conmigo. Si me miras, te beso. Tienes una piel preciosa. Pareces una camelia. Pero no voy a poder besarte, que es lo que más deseo en el mundo, porque no puedes volver a la fiesta sin pintalabios. Karen se daría cuenta.


Paula se preguntó cómo no se había dado cuenta ella sola de la verdad. Seguramente, porque lo que Moira le había dicho la había dejado completamente fuera de juego y sin poder pensar con claridad.


–Ha sido Karen, precisamente, la que ha engañado a Moira –le contó de repente–. Le ha dicho que te gustaba, que te habías fijado en ella de entre todas las chicas.


Pedro la besó en la mejilla y por el cuello.


–Tu prima se las sabe todas –dijo sin parar de besarla–. Es peligrosa. Pobre Moira. Pero ¿Por qué lo ha hecho Karen?


–Para ver qué pasaba –contestó Paula.


–El destino –suspiró Pedro deslizando sus manos sobre los pechos de Paula.


Paula se estremeció. Estaba a punto de rendirse.


–Tenemos que volver –sugirió.


Necesitaba volver antes de dejarse llevar.


–Sí, ahora volvemos –contestó Pedro, desesperado.


Paula se mordió el labio inferior para no gemir.


–¡Pedro! –le dijo abriendo los ojos y agarrándole la mano.


–Lo sé… Lo sé –suspiró él mirándola a los ojos.


–No lo sé seguro, pero creo que hay alguien entre los árboles –le dijo Paula.


Pedro giró la cabeza e intentó ver entre las sombras.


–¿Será un puma, quizás? –bromeó–. Seguro que es una hembra. Vamos a ayudarla un poco, ¿No? –se mofó–. Karen, estamos aquí –añadió–. Vente para acá. Paula me está enseñando unos cactus preciosos que florecen por la noche.


Desde luego, Pedro era rápido improvisando y culto, pues era cierto que había cactus justo allí al lado de un árbol cercano. Silencio.


–A lo mejor me he confundido y no había nadie –comentó Paula.


–Dale un minuto, ya verás –insistió Pedro.


Efectivamente, la figura ultradelgada de Karen no tardó en aparecer entre los árboles.


–¡Ah, están aquí! –disimuló–. Me he ido un rato de la fiesta porque había demasiado ruido –improvisó–. Veo que a ustedes les ha pasado lo mismo.


–¿Qué problema tiene esta mujer? –le preguntó Pedro a Paula al oído.


–Creo que me odia.


–Pues va a tener que vérselas conmigo –le aseguró Pedro con vehemencia.


–No recuerdo que haya cactus por aquí –comentó Karen–. Y menos que sus flores se abran por la noche.


–Es que Paula sabe más que tú –le dijo Pedro en tono burlón–. Los tienes justo ahí, están entre tú y nosotros.


–¿Ah, sí? –preguntó Karen sin pizca de interés.


–Increíble –exclamó Pedro girándose hacia Paula–. Bueno, vamos volviendo, ¿No, Paula? Muchas gracias por enseñarme tanta belleza. Es un misterio porque solo se despliega por la noche.

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