miércoles, 12 de julio de 2023

Loca Por tí: Capítulo 23

Tumbadas y con los ojos cerrados, se pusieron a hablar de los detalles del gran día. Gonzalo y Brenda iban a pasar la luna de miel en algunas de las ciudades más bellas del mundo. Londres, París, Roma y, luego, Nueva York y San Francisco. Dos meses en total. No sería la primera vez que ninguno de ellos estuvieran en aquellos destinos, pero en aquella ocasión irían juntos, como marido y mujer.


–¡Va a ser genial! –exclamó Brenda incorporándose de repente–. Me parece que tenemos compañía.


Paula se incorporó también y giró la cabeza en la dirección en la que miraba su amiga.


–Son Gonza y Pedro –anunció Amelia poniéndose en pie entre risas–. También viene Karen –añadió más seca.


Paula sintió vergüenza. Siempre se había sentido bien en bañador, pues estaba delgada y bien formada, pero, de repente, temió que Pedro la mirara. No quería que la mirara. Quería mantener la calma, pero no podía. Pensó en ponerse el pareo por encima, pero se dio cuenta de que se notaría demasiado que quería taparse, así que se limitó a saludar con la mano a los recién llegados. Se puso en pie y decidió meterse de nuevo en el agua. A ver si, con un poco de suerte, se habían ido cuando saliera. Sabía que se estaba comportando como una colegiala demasiado tímida, pero, cuando estaba con Pedro, se sentía tan cohibida… De hecho, en aquel momento, estaba temblando. La atracción sexual podía con ella. No tenía experiencia y no sabía qué hacer. Marcos nunca la había puesto así. Al salir del agua, vió que, para su horror, los recién llegados se estaban quitando la ropa con la clara intención de refrescarse.


–¡Dios mío! –murmuró.


Gonzalo y Pedro llevaban bañadores negros y Karen había elegido un increíble bañador rojo de una pieza de espalda muy baja. Metió la punta del pie y decidió que el agua estaba demasiado fría para ella. No quería ni mojarse la cara. Ellos pasaron corriendo a su lado y se zambulleron a la vez. Brenda le estaba diciendo algo a Karen, que estaba de brazos cruzados. Paula supuso que no se iba a bañar. Decidió tumbarse en la plataforma de roca que había unos centímetros por encima del agua y donde Gonzalo, Brenda y ella solían ponerse de pequeños a tomar el sol. Así que se sentó allí mientras los demás se bañaban. Brenda se había vuelto a meter en el agua y estaba jugando con su futuro marido como cuando eran niños, persiguiéndose como dos delfines. Karen había decidido, definitivamente, que no se iba a bañar y se había retirado a la sombra, desde donde los observaba a todos. Especialmente, a Pedro. Aquel hombre era un gran deportista. Paula sabía que iba a acercarse a donde estaba ella. Estaba completamente segura. Y se acercó. Al asomar la cabeza fuera del agua, le sonrió con sus dientes blancos y se fijó en las gotas que cubrían todo su cuerpo.


–Así que eres una sirena, ¿Eh? –bromeó–. Lo único que te falta es una corona de brillantes y esmeraldas alrededor de tu melena rubia, solo eso. No necesitas nada más. Ni siquiera el bañador – añadió sentándose en la plataforma–. Te has metido en el agua en cuanto me has visto llegar –la acusó–. Deberías haberte acercado, ¿no?


Pedro la miró como si la estuviera acariciando, posando su mirada en su pelo, en su espalda, en su hombro, en su rostro, en su garganta, en sus pechos, en su cintura, en sus piernas…


–Paula –musitó.


–¿Sí?


–Nada, me gusta decir tu nombre.

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