miércoles, 5 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 7

 –Ya han subido el equipaje –le dijo Paula intentando controlar el magnetismo del recién llegado, que, a pesar del largo viaje, irradiaba energía.


–Te sigo, entonces, Paula –sonrió Pedro.


–Luego nos vemos. Tengo un par de cosas que hacer –se despidió Gonzalo.


–Hasta luego –contestó Pedro siguiendo a su anfitriona escaleras arriba.


Paula era incapaz de recomponer sus defensas y se estaba poniendo nerviosa. Había conocido a muchos hombres poderosos en su vida, empezando por su abuelo, pero ninguno irradiaba luz. El amigo de su hermano no era una excepción. Pedro parecía un hombre complejo. Entonces, ¿Por qué la había desequilibrado en apenas unos minutos? ¿Cómo era posible siquiera que hubiera sucedido algo así? ¿Habría sido porque no estaba acostumbrada a hombres de rasgos exóticos o por cómo la miraba, como si pudiera poner en peligro su integridad femenina si quisiera? Aquello no le hizo ninguna gracia. Desde poco después de casarse, Marcos había comenzado a decirle que era frígida. ¿Frígida? Eso sería con él porque con Pedro, si no tenía cuidado, podría quemarse. De hecho, con solo caminar a su lado, sentía que la piel de todo el cuerpo le abrasaba bajo la ropa. Y pensar que Marcos solía decirle que era fría como el hielo. ¡Si la viera ahora! Tenía ganas de hacer algo salvaje. No tenía intención de dejarse llevar, por supuesto, pero su cuerpo parecía tener vida propia. Si se dejara llevar, no tardaría en ponerse en ridículo. La suite que le habían adjudicado en el ala este estaba impecable. La puerta estaba abierta y Pedro le indicó con el brazo que pasara ella primero. Paula sintió la imperiosa necesidad de apoyarse en algo. ¿El respaldo de una silla, quizás? ¿Qué iba a ser de ella cuando Gonzalo se fuera a Sídney? ¿Cómo lo iba a superar? Pero ¿Cómo era posible que aquel desconocido ejerciera nada más llegar tanta fascinación sobre ella? ¿No era Paula acaso una mujer de mundo que había estado casada y se estaba divorciando? ¿Sabría Pedro que había sido ella la que había pedido el divorcio? ¿La vería por ello como a una mujer moderna o como a una mala persona que iba por ahí haciendo sufrir a los demás? No había que olvidar que, probablemente, procediera de una familia católica. La suite que habían elegido para Pedro era una gran habitación y no solo por las medidas que tenía, sino por sus muebles y su decoración. Tenía una cama de dos metros por dos metros cuyo cabecero estaba tapizado en gris plata a juego con la colcha y las fundas de las almohadas. Sobre la cama, colgaba un enorme cuadro de un paisaje australiano pintado por un autor inglés. A ambos lados de ella había sendas mesillas de madera de caoba con dos lámparas de la misma tela que cubría las paredes. En un lado de la habitación, había un secreter inglés del siglo XIX con silla a juego. El resto del espacio lo ocupaba un sofá estilo Luis XVI de terciopelo negro y una otomana a juego. Para rematar su grandiosidad, la habitación contaba con vestidor y baño propios. Pedro comentó algo en español. Aunque Paula no lo comprendió, sí entendió que a su invitado le gustaba la estancia. Pedro, que estaba admirando la vista del jardín, se giró.


–Voy a estar muy bien aquí, Paula –comentó–. Tengo la sensación de que no olvidaré jamás este viaje.


Paula estuvo a punto de contestar que ella tenía la misma sensación, pero se guardó sus pensamientos para sí misma.


–Bueno, te dejo para que te pongas cómodo y descanses. Baja cuando quieras. Comemos a la una –se despidió.


–Gracias –contestó él traspasándola con sus ojos negros.


–Nuestra casa es tu casa –añadió Paula antes de salir.

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