lunes, 3 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 5

Hacía un tiempo fabuloso, el cielo amanecía todos los días despejado, todo se estaba preparando para el gran día. Kooraki era el lugar perfecto, por su belleza, para un evento así, para la boda de su hermano y de su querida amiga Brenda. Iban a llegar invitados de todos los rincones del mundo. El primero en llegar había sido Pedro. En su honor, Gonzalo había organizado un partido de polo y una fiesta el fin de semana. Ya había mandado las invitaciones, que habían generado mucha expectación, pues por allí había mucha afición al polo. Pedro iba a ser el capitán de un equipo y Gonzalo el del otro. Eran muy amigos y su amistad procedía del terreno de juego. Eran tan amigos que Gonzalo había viajado a Argentina, a la estancia de la familia Alfonso. Se trataba de una propiedad en la que se criaban vacas Black Angus y que estaba relativamente cerca de Córdoba. Así que aquellos dos propietarios de explotaciones ganaderas y jugadores de polo tenían todas las papeletas para ser grandes amigos. ¿Cómo sería la relación de Pedro con ella? Eso estaba por ver. Paula sintió que el corazón le latía desbocado mientras se iba acercando. A veces, lo puramente físico saca lo mejor que hay en la mente. Con ese pensamiento intentó consolarse. Los dos hombres miraron hacia arriba cuando ella comenzó a descender la imponente escalera con una mano puesta en la elegante barandilla de madera de caoba. Tenía la sensación de ir andando entre nubes. Sentía la sangre corriéndole a toda velocidad por las venas. Aquello no le resultaba cómodo. ¿Qué había sido de su habitual aplomo? ¿Cómo era posible que los sentimientos viajaran a mucha más velocidad que la mente racional?


–Ah, aquí llega Paula –anunció Gonzalo con orgullo fraternal.


Gonzalo estaba mirando a su hermana y no a su amigo, que también la estaba mirando fijamente. No podía apartar la mirada de aquella joven que avanzaba con tanta gracia hacia ellos. Ya sabía que era guapa, pues se lo había dicho muchas veces, pero la realidad superaba sus expectativas. Estaba acostumbrado a las mujeres guapas, pues le encantaban las mujeres y había crecido rodeado por ellas. Sus abuelas, sus tías, sus primas, su adorada madre y sus tres preciosas hermanas, pero había algo en aquella mujer que le hizo sentir un escalofrío por todo el cuerpo. A pesar de su gracia, su aire sereno y su aplomo, se dió cuenta de que era muy vulnerable, lo que era extraño en una mujer que parecía un ángel y que había vivido siempre con todas las necesidades materiales bien cubiertas. Gonzalo le había hablado del fracaso de su matrimonio. ¿Le parecería, tal vez, una humillación? ¿Se sentiría culpable? ¿Habría infligido un dolor sobrehumano a algún desdichado? A Pedro lo habían educado para desconfiar del divorcio, pues había crecido con unos padres que se llevaban a las mil maravillas y convivían en perfecta armonía. Paula ladeó la cabeza y lo miró. A Pedro le pareció que sus ojos destilaban una extraña tristeza. Tenía los ojos del mismo azul aguamarina que su hermano y la piel blanca como la nieve. Probablemente fuera consecuencia del jet lag, pero lo cierto fue que Pedro sintió un zumbido en los oídos. Su sonrisa, agradable y natural, parecía guardar muchos secretos. Pedro tuvo la certeza de que había sido ella la que había puesto punto final a su matrimonio. Qué cruel que un ángel hiciera algo así. Lo normal era que solo una diosa imperiosa acostumbrada a que la amen solo mientras a ella le venga bien se comportara con tanta frialdad.

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