viernes, 28 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 55

 –¿Tienes miedo?


–Contigo, no. Estamos juntos –contestó sinceramente–. ¿Conoces la leyenda del yacimiento de Lasseter’s Reef?


–No –admitió Pedro encantando al ver que Paula estaba relajada y se había olvidado de su claustrofobia.


–Pues te la voy a contar.


–Te escucho, pero vamos abajo –le indicó guiándola hacia el centro de la cueva.


–Aún hoy día, no se sabe si de verdad existe –comenzó Paula preguntándose qué dirían Gonzalo y Florencia si la vieran allí–. En aquellos tiempos, el oro era el pilar del país. Había minas de oro por todas partes.


–Eso lo sé.


–Llegaba gente de todo el mundo buscando oro –continuó Paula–. Harold Lasseter era un joven buscador que se perdió en las montanas MacDonnell.


–¿En el Red Centre? –preguntó Pedro, que se moría por visitar aquel desierto con Ava.


Paula asintió.


–Fue hace mucho tiempo, allá por 1890. Mi familia ya estaba instalada por aquí, haciendo sus primeros pinitos con la ganadería. Bueno, a lo que vamos… Cuando lo encontraron, medio muerto de hambre y de sed, contó que había encontrado un yacimiento de oro y que tenía pruebas. Volvió tres años después al lugar donde estaba el oro, pero no lo encontró.


–Porque las brújulas estaban mal.


–¿Te sabes la historia?


Pedro se encogió de hombros.


–Algo he oído.


–Hubo otras expediciones, pero resultaba demasiado peligroso – continuó Paula–. El lugar era inhóspito y las tribus que lo habitaban no querían blancos por allí. El gobierno dejó de conceder permisos, pues no quería enfrentamientos y matanzas.


–¿Me lo estás contando para que vayamos nosotros a ver si lo encontramos? –preguntó Pedro en tono divertido.


–Mucha gente dice que el yacimiento de oro sigue ahí, intacto – insistió Paula avanzando muy despacio y sin tocar nada–. ¡Esto es una preciosidad! Parece de otro mundo…


–Y lo mejor es que estamos solos –contestó Pedro–. Por fin. Me caen bien tus padres y me lo he pasado muy bien con ellos, pero me moría por quedarme a solas contigo –confesó tomándola de la mano y tirando de ella para que se sentaran en el suelo.


–¿Quieres hacer el amor? –le preguntó Paula mientras Pedro le quitaba el pañuelo que llevaba en la cabeza.


–¿Y lo preguntas?


–Estamos en un lugar sagrado…


–Y lo que sentimos también es sagrado, ¿No? –insistió Pedro con ternura–. Tú me amas y yo te amo.


Paula sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Esperó a que su voz interna la urgiera a no hacerlo, pero no sucedió. Todo estaba en silencio. Aquello era un sueño.


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