lunes, 17 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 35

 –¡Estás preciosa, hermanita! –exclamó Gonzalo sinceramente–. Qué dos mujeres más guapas tengo –añadió tomando a su prometida de la cintura.


Brenda sonrió encantada. Era evidente que los dos estaban disfrutando mucho, así que Paula se dijo que no podía arruinarles la fiesta. «Sonríe», se ordenó a sí misma. Unos segundos después, presintió la presencia de Pedro a su lado. Todo el mundo lo saludó amigablemente, pero él había ido por ella.


–Supongo que sabrás que, como capitán del equipo ganador, tengo derecho a bailar contigo –le dijo–. Y no una, sino varias veces – añadió muy sonriente.


Paula sabía que los invitados estaban pendientes de su contestación y que Brenda, en particular, la estaba observando muy atenta.


–Por supuesto –respondió.


Aunque por dentro estaba lívida, por fuera parecía feliz. Estaba decidida a disimular muy bien, a desempeñar su papel de anfitriona radiante. Lo único que quería era salir airosa de todo aquello. Aunque Pedro no hubiera sido sincero con ella y sabía que jamás lo olvidaría, quería acabar la noche con dignidad. Pedro le tomó la mano y entrelazó sus dedos con los de Paula, que sintió cómo el deseo se apoderaba de todo su cuerpo. ¿De dónde salía tanta sensualidad? ¿De dónde brotaban aquellas extravagantes sensaciones que invadían hasta el último centímetro de su piel? Jamás había sentido nada igual. Aquel hombre que le había robado el corazón era el artífice de todo aquello. No podía hacer nada para sobreponerse. La conexión era demasiado fuerte. «Oh, Dios mío… Oh, Dios mío», pensó Paula en tono suplicante. Su mente sabía perfectamente lo que debía hacer, pero su cuerpo no obedecía. Había imaginado a Pedro haciéndole el amor. Había pensado en ello todos los días. Se sentía poseída por él, atraída sin remedio como una mariposa a la llama. El problema era que sabía que se iba a quemar y, aun así, no podía apartarse.


–Un momento –murmuró Pedro llevándola al rincón más alejado y oscuro de la terraza–. ¿Qué te pasa? –le preguntó.


«Tengo que ser valiente y decírselo».


–Nada –contestó sin embargo en tono casi normal, lo que la sorprendió.


–¿Te crees que no te conozco? –le preguntó Pedro con una ternura que la deshizo.


–No, no me conoces, Pedro –contestó Paula–. Y yo a tí, tampoco.


Pedro se rió.


–Eso no es del todo verdad –le dijo abrazándola–. Aunque este no es el lugar ni el momento para demostrártelo porque hay demasiada gente, demasiada luz. Aquí no te puedo besar, solo te puedo decir que te deseo con desesperación –le confesó–. Estás preciosa –añadió abrazándola con fuerza mientras seguían bailando.


Paula se preguntó qué debía hacer. Sus cuerpos se estaban tocando. No podía apartarse. Era como si los músculos no le respondieran. Solo acertaba a mirarlo a los ojos y a preguntarse cómo iba a vivir sin él. Estar pensando aquello la asustó, pero se dijo que así era la pasión.

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