lunes, 3 de julio de 2023

Loca Por Tí: Capítulo 4

Toda la familia Chaves salía ganando. El pasado daba paso al futuro. Tenía que haber un propósito, un significado, una verdad en la vida. Paula tenía la sensación de que, hasta el momento, había tenido que esforzarse mucho por vivir. ¡Cuánto deseaba que la vida fuera fácil! Lo había pasado muy mal. Seguro que las cosas iban a mejor. Desde su escondite, percibió el aire de macho dominante tan peligroso de su invitado. Los hombres controlaban el mundo. Los hombres tenían derecho a heredar la Tierra. Paula se dió cuenta de que no le acababan de gustar los hombres. Su abuelo había sido un hombre aterrador. ¿Para qué servía tanto dinero y tanto poder al final? Ni el dinero ni el poder eran lo más importante en la vida. No le molestaba que su hermano, al que adoraba, también irradiara aquella fuerza de macho dominante porque Gonzalo tenía corazón, pero, cuando la reconocía en otros hombres, se ponía en guardia. Así que se puso en guardia al ver a Pedro Alfonso, que con su metro ochenta de estatura era puro macho. Lo llevaba bien impreso y lo irradiaba a su alrededor. Aquellos hombres eran peligrosos para las mujeres frágiles que solo quieren llevar una vida serena. Además, en su caso, con un pasado difícil de digerir. Pedro, según le había contado su hermano, era el único heredero de Horacio Alfonso, uno de los terratenientes más ricos de Argentina. Su madre, Ana Zolezzi, una rica heredera estadounidense, se había fugado con Horacio a los dieciocho años cuando él contaba veintitrés y en contra de la voluntad de sus padres.


En el momento, había sido todo un escándalo. Paula pensó con envidia que debían de haber estado muy enamorados para hacer algo así. Y debían de seguir estándolo porque seguían felizmente casados. Por su hermano sabía también que el disgusto familiar había quedado atrás hacía mucho tiempo. Seguro que Pedro tenía algo que ver en ello. ¿Quién iba a rechazar a un nieto como Pedro Alfonso, que causaba una primera apariencia maravillosa? Tenía los rasgos que las escritoras de novela rosa describen como «Cincelados». Aquello la  hizo sonreír, pero es que no había una palabra mejor para describirlos. Iba vestido de manera casual, como Gonzalo, con vaqueros, una camisa de algodón de manga larga de rayas blancas y azules y botas altas y lustrosas. Aun así, tenía un innegable aire de patricio y sus modos, adquiridos desde la cuna, era esa arrogancia natural que solo heredan los que proceden de familias de hidalgos. Pedro le había contado que los Alfonso tenían escudo familiar y que el porte de los Alfonso era el de los aristócratas del Viejo Mundo. Gonzalo le había dicho en tono jocoso que la postura de su amigo era muy diferente a la suya, típica del Nuevo Mundo, elegante pero relajada.


Cuando vió a Pedro avanzando por el vestíbulo de entrada, a Paula se le apareció una imagen muy nítida en la cabeza: La de un jaguar. ¿No había jaguares en La Pampa argentina? No estaba completamente segura, pero ya lo miraría. Aquel hombre era increíblemente exótico. Hablaba un inglés perfecto. ¿Cómo iba a ser de otra manera si su madre era estadounidense? Seguro que era un hombre de educación exquisita. Seguro que había recorrido el mundo. Había llegado el momento de bajar a saludarlo, así que ella plasmó una agradable sonrisa de bienvenida en su rostro, que sabía que era lo que Gonzalo esperaba que hiciera. Quedaban quince días para la boda. La novia seguía en Sídney, terminando un proyecto para el banco para el que trabajaba. Gonzalo iba a ir en avión a recogerla a ella, a sus padres y a unos cuantos familiares. Eso quería decir que, mientras su hermano estuviera fuera, ella tendría que ser la perfecta anfitriona de Pedro Alfonso.

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