miércoles, 26 de julio de 2023

Loca por Tí: Capítulo 46

Pedro comenzó a acariciarle los labios con la yema del dedo pulgar. Las sensaciones hicieron que Paula se estremeciera y abriera la boca para acariciarlo con la lengua.


–No tengas miedo –le dijo Pedro.


–Pedro, en teoría, sigo estando casada –contestó Paula con voz tensa.


–Marcos y tú ya no existen–contestó él con decisión–. Ahora somos tú y yo.


–Pero ¿Cómo lo vamos a hacer? Te irás en breve. Puede que te olvides de mí. Aunque me digas que me vas a llamar y a escribir por correo electrónico, puede que, cuando estés en Argentina de nuevo, todo cambie. Puede que te dejes llevar por los asuntos que tienes allí. Dijiste que tu padre y tú tienen grandes proyectos –se preocupó Paula, consciente de que podía quedarse sin nada y con el corazón roto.


–Esperaremos –contestó Pedro.


¿Estaba de acuerdo ella con esa propuesta? ¿Por qué no tenía voz de repente? Pues claro que tenían que esperar. Aunque Marcos no les complicara la vida y todo fuera bien con la demanda de divorcio, este no sería efectivo hasta un mes y un día después de presentada aquella, así que tenían que esperar. Pero Pedro y ella estaban en un punto sin retorno. Lo supo en el mismo instante en el que se encontró ante su puerta. Y él la estaba esperando. Los dos tenían claro lo que iba a suceder. «¿Y acaso no era esto lo que yo quería?», se preguntó. Cuando la boca de Pedro se inclinó sobre la suya, Paula sintió que el deseo se apoderaba de ella. Él la besó por el pelo, en la frente, en la nariz y en las mejillas. Ella echó la cabeza hacia atrás para que pudiera besarla por el cuello, lo que él hizo gustoso antes de volver a posar sus labios sobre su boca. Con aquel hombre no había que fingir nada, nada era mecánico, no se sentía sola ni utilizada. Pedro había encendido la luz de su pasión interna. Pura pasión. ¿Cuántas veces en la vida se encuentra una con un hombre con el que se siente así? Paula lo dejó hacer, permitió que él le quitara el vestido, dejándola cubierta solamente con la combinación color malva también. Paula sentía que le pesaban las piernas, como si se quisieran doblar, como si tuviera la imperiosa necesidad de tumbarse. Pedro debió de darse cuenta porque la tomó en brazos y la depositó con dulzura sobre la cama.


–No te haría daño por nada del mundo, Paula –murmuró mirándola con fuego en los ojos–. Solo quiero amarte, darte placer. Estoy dispuesto a esperar. No temas. Si sientes que estoy yendo demasiado lejos, solo tienes que pedirme que pare y pararé. Quiero hacerte el amor con total naturalidad –añadió con ternura.


Paula sentía un sinfín de sensaciones por todo el cuerpo y cerró los ojos para disfrutarlas. Sentía calor en el sexo, pero sabía que no era el momento para un encuentro.

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