viernes, 12 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 65

Ella cerró los ojos unos momentos. En cierto sentido no podía imaginar algo más maravilloso que quedarse ahí con Pedro, en especial cuando era idea suya y se trataba de algo que él nunca había hecho. La desgarraba hallarse en su compañía y tener que fingir que sólo se trataba de algo físico. Por otro lado, si se marchaba en ese instante quizá nunca más disfrutara de una oportunidad igual.


—¿Qué sucede? —sonó la voz profunda junto a su oído.


—Es que... —abrió los ojos. Tal vez pudiera arriesgarse a decir una parte de verdad—. Resulta un poco abrumador. No quiero dar nada por hecho, pero, ¿Podríamos...?


—¿Qué? —le sonreía.


—¿Podríamos volver esta noche? —soltó sin aliento. Ya lo había dicho. Sólo le faltaba oírlo plantear una excusa.


—Si es lo que quieres, por supuesto.


—Entonces, que así sea. Y ahora será mejor que me vista —se apartó antes de que pudiera retenerla y saltó de la cama—. ¿Te importa si uso la ducha?


—Adelante.


Recogió la ropa y salió del dormitorio. Pedro se quedó tumbado con las manos bajo la cabeza. Mostraba el ceño levemente fruncido. Ella había comentado que fue abrumador. Bueno, a cualquier hombre le gustaría oír que la primera vez de una mujer había sido abrumadora si había estado con él. Pero, ¿Era eso lo que realmente tenía en la cabeza? ¿Qué era lo que no deseaba dar por hecho? De pronto recordó con alivio que había una salida. Si iba a ser complicado, no tenía por qué ser esa misma noche, porque había aceptado ir a cenar con Juliana. Paula regresó vestida y con el cabello húmedo aún por la ducha. Era tan hermosa. Le habría gustado desnudarla otra vez y tirarla en la cama, pero vió que sería una mala idea. No, mejor intentar enfriar el asunto.


—Acabo de pensar algo —comentó.


—¿Qué? —ése era el momento de la excusa. 


—Cambié la cena con Juliana para esta noche. Sé que tienes fuertes convicciones sobre el modo en que trato a las mujeres en general y a Juliana en particular. Incluso yo, acostumbrado como estoy a pensar sólo en mí mismo, creo que sería excesivo dejarla plantada por segunda vez en tan poco tiempo. Por otro lado, quizá sea excesivo llevarla a cenar cuando quiero estar en la cama contigo. ¿Qué piensas?


Paula se puso rígida. Le habría gustado decirle con claridad lo que pensaba de él, pero, ¿qué sentido tenía? Lo había estado haciendo durante años, y de poco serviría otra vez. Pedro había conseguido lo que quería; resultaba absurdo esperar que proyectara sus encantos sobre alguien con quien ya se había acostado. Después de todo, nunca había albergado ilusiones sobre su carácter. Era simple mala suerte haberse enamorado de un hombre con la sensibilidad de una caja de cartón.


—No lo sé —repuso cansinamente—. Eres tu quien conoce las reglas.


—Bueno, creo que será mejor que cumpla. Luego, cuando vuelva a verte, no tendrás ninguna excusa para llamarme egoísta —los ojos le brillaban con diversión—. Por otro lado, también se me ha de ocurrir una manera de no darle un beso de buenas noches; no me cabe la menor duda de que no sería una buena idea besarla cuando quiero estar en la cama contigo.


—Puede que quieras estar en la cama con ella cuando surja el momento de encarar ese problema —indicó ella con acritud.


Pedro esbozó una sonrisa de pura satisfacción. ¿Por qué se había preocupado de que Paula se lo tomara demasiado en serio? Resultaba evidente que aún le quedaban un montón de comentarios ácidos. En cualquier momento le recordaría lo egoísta y arrogante que era y que deseaba conocer a un hombre que poseyera un sentido de la decencia básico con el que pasar el resto de su vida. Qué pena que hubiera cancelado lo de esa noche; podría haber pasado a Juliana a otro día. 

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