miércoles, 3 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 48

Paula regresó a su mesa y meditó en las cosas de su departamento. Le había dicho a Pedro lo idiota que era, pero se preguntó si él lo había asimilado. De hecho, los últimos dos días se había estado cuestionando qué demonios había visto él en ella. Lo primero que hizo al repasar su presentación fue romperla. Luego revisó el manual de la nueva versión del software con ella, poniéndola al tanto de cómo sus diversas y maravillosas características podían ser introducidas en la presentación. Luego la envió a redactar un borrador preliminar para que estuviera listo en dos horas. Se lo había llevado en tres horas, para que él lo descartara y le pidiera otro. En esa ocasión no lo rompió, pero se quejó sobre más cosas que las que tenía derecho a hacerlo. Y en ese momento tenía que escribir las secciones de su departamento. Seguro que en cuanto las terminara también las rompería. Había pensado que trabajarían juntos, pero cada vez que iba a hablar con él, rompía lo que fuera que le había llevado y la mandaba otra vez a su mesa. 


Al final de la semana pensó que había reescrito la presentación unas veinte veces. Pedro jamás se molestaba en mostrar tacto. Si algo le gustaba, por lo general decía que serviría; si no le gustaba, comentaba que en su vida había visto algo tan estúpido. Jamás había estado tan cansada, pero tampoco nunca se había divertido tanto. No le importaba que él le gritara; el hecho era que le había dado algo que no sabía que tenía. Siempre había imaginado que le daba igual quién recibía el crédito por algo, mientras la calidad del trabajo fuera reconocida. Lo que no había comprendido hasta ese momento era lo conservador y poco aventurero que debías ser para trabajar en el anonimato, haciendo algo por lo que otra persona recibiría el mérito. Al saber que la presentación era realmente suya, podía aportar ideas inspiradas y defenderlas. Podía ser tan original como le apeteciera, sin preocuparse de que alguien de quien se «suponía» que era el trabajo no pudiera explicarlo si se le preguntaba. Jamás se había dado cuenta de que una idea estimulante y original conducía a otra; y también debía reconocer que jamás se había dado cuenta de lo aterradoramente brillante que era Pedro. Santiago había tenido razón...Empezabas a explicar y Pedro había llegado a la meta antes de que hubieras concluido. En todo momento entendía el objetivo, y la mitad de las veces podía obtener uno mejor. A las tres de la mañana del lunes la presentación se había completado. Paula la llevó al despacho de él por última vez. Éste se hallaba ante el ordenador. Echó el sillón atrás y señaló la pantalla.


—¿Qué te parece? —preguntó. 

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