miércoles, 31 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 24

Eso Pedro lo comprendía bien. Había cosas que él no le había contado a nadie y nunca lo haría. No serviría de nada porque eso no le haría perder el sentimiento de culpa que le atormentaba.


–¿Por qué no se lo has contado?


De repente, el rostro de Paula ensombreció y aparó las manos de las de él.


–Mira, Pedro, si no quieres hacerlo, perfecto. Me buscaré a otro. Acabaré encontrando a alguien.


A Pedro se le hizo un nudo en el estómago. ¿A quién? ¿A un desconocido al que encontrara en un bar? ¿A alguien que conociera por Internet? ¿Y por qué Paula se había refugiado en sí misma de repente? ¿Qué sabía su hermana de Paula Chaves? ¿Alguien sabía realmente cómo era? ¿Por qué había llegado a los veintitrés años sin haberse acostado con nadie? Era atractiva, sexy y divertida. No debían haberle faltado pretendientes. Si no tenía cuidado, acabaría ofreciéndose voluntario. El camarero se les acercó para preguntarles qué querían tomar y ambos pidieron un té. 


–Creo que deberías pensártelo mucho antes de acostarte con alguien que conocieras en un bar o por Internet –dijo Pedro después de que el camarero se retirase–. Hay mucho tipo raro por ahí suelto.


–Deja los sermones de hermano mayor para tu hermana –comentó Paula al tiempo que agarraba un puñado de cacahuetes–. Sé cuidar de mí misma.


A Pedro le habría gustado sentirse hermano mayor de Paula en vez de lo que estaba sintiendo. El deseo parecía consumirle el cuerpo y el cerebro. No podía dejar de pensar en la proposición de ella. ¿Qué quería Paula exactamente de él? «Ni se te ocurra preguntarlo». Era mejor no saberlo para no sucumbir a la tentación, cosa que estaba a punto de hacer.


–¿En serio no quieres comer nada con el té? –preguntó Pedro cuando el camarero regresó con las bebidas.


–Se me ha quitado el hambre. He comido demasiados cacahuetes.


Pedro también había elaborado una teoría. Paula era igual que los cacahuetes, hacer el amor con ella una vez solo sería insuficiente. Completamente insuficiente. El teléfono de ella, dentro de su bolso, sonó.


–¡Oh, Dios mío! –exclamó Paula al ver en la pantalla del móvil.


–¿Qué pasa? ¿Malas noticias? 


Paula alzó el rostro y sonrió.


–¿Sabes qué? Has ganado el premio de la rifa, el viaje a la isla privada. 

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