lunes, 29 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 20

 –No seré yo quien gane el premio. Jamás he ganado nada.


Por fin se abrieron las puertas del salón de fiestas y Paula emitió un sonido de admiración al ver el decorado. Le agarró la mano con fuerza, como una niña pequeña en una tienda de golosinas. Incluso él admitió que presentaba un aspecto extraordinario. Guirnaldas de flores adornaban la estancia y otros arreglos florales, más grandes, flanqueaban el escenario en el que un grupo de música tocaba una canción de bienvenida. En las mesas había copas de cristal, cubertería de plata y más ramos de flores, por encima había coloridos globos de helio. Cenaron y, durante los postres, el grupo de música empezó a tocar otra vez. Pedro agarró la mano de Paula y se levantó de la silla.


–¿Te apetece bailar?


La sonrisa de ella fue como un rayo de sol en medio de un día gris de invierno.


–Me encantaría –Paula se puso en pie, se acercó a él y le susurró al oído–. Por cierto, le he contado a todo el mundo que eres un bailarín magnífico.


«Sí, te creo», pensó Pedro alzando los ojos al techo.


–A ver si hay suerte y no decepcionamos a nadie.


Cuando pisaron la pista de baile, Pedro la rodeó con sus brazos y acercó el cuerpo al suyo, posando una de sus manos en la piel desnuda que el escote de la espalda dejaba al descubierto. Sintió cosquillas en la piel y casi se quedó sin respiración cuando la pelvis de él, transmitiendo una inconfundible excitación, entró en contacto con la suya. No se había equivocado al asegurar a sus lectores que bailaba maravillosamente bien. Movía el cuerpo en perfecta armonía con el de ella, parecían una pareja que había estado entrenándose para una competición de baile. Ni siquiera la cola del vestido le resultó un obstáculo mientras se movía con ella por la pista de baile sin pisarla ni una sola vez y evitando que la pisara otro. Hacía mucho tiempo que Paula no bailaba con nadie. Desde que declaró tener novio, no iba a fiestas para evitar inventar excusas con el fin de justificar que su novio no la acompañara. Ni siquiera salía a cenar con gente, a menos que fuera con alguna amiga. Había hecho un gran esfuerzo para integrarse, para parecer normal, pero había acabado sintiéndose rara y sin las cosas que para otra gente era el pan de cada día. Así había sido su infancia también. ¿Por qué seguía ocurriéndole lo mismo? ¿Estaba condenada a sentirse siempre marginada?  Pero ahora, en los brazos de Pedro, se dió cuenta de lo que lefaltaba. Le gustaba haber salido con él como pareja, beber y comer con él, y bailar. Y le gustaba más aún saber que Pedro y ella compartían un secreto. Nadie sospechaba que no fueran novios de verdad. ¡Sí, lo había conseguido! Nadie se iba a mofar de ella ni a humillarla. Pero no solo eso, el secreto compartido confería más intimidad a su relación, haciéndolo todo más excitante. Todos los allí presentes creían que estaban profundamente enamorados. Todos creían que eran amantes. «Estaría muy bien que fueras tú el hombre para mí». 

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