lunes, 15 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 66

 —¡No me digas que estás celosa! —soltó él—. O, más bien, alégrame el día y no me digas que no estás celosa. ¿Quieres que lo cancele?


—Por supuesto que no —espetó ella—. Tienes razón, no deberías plantarla dos veces.


—De acuerdo, seré bueno. Deberemos compensar el tiempo perdido mañana por la noche. ¿Trato hecho?


Paula observó el rostro confiado con una mezcla de añoranza y exasperación. La deseaba, desde luego, pero no pasaría las horas hasta el día siguiente anhelándola como ella lo anhelaría. No recordaría cada minuto de la noche que pasaron juntos. Daba tanto por hecho. Le sonrió a regañadientes.


—Trato hecho. 




Paula llegó a la oficina a las nueve en punto. Se veía tal como la había dejado; costaba creer que sólo había pasado una noche desde la última vez que estuvo allí. Encendió el ordenador. Había un correo electrónico de Pedro en el que sugería algunas cosas que podía hacer para continuar con el trato con Barrett hasta que pensara en otro proyecto para ella. No ponía nada más. Podría haber sugerido que comieran juntos; podría haber dicho todo tipo de cosas, pero no lo hacía. Plantó los codos en la mesa y apoyó la barbilla sobre las manos. Apretó los dientes al pensar que iba a cenar con Juliana. Eso la carcomería todo el día, y por la noche sólo pensaría en ellos dos juntos. 


Luego lo vería a la noche siguiente, y el día posterior Pedro volvería a ponerse nervioso y saldría con otra por si Paula esperaba que se casara con ella. «¿Por qué tengo que pasar por todo esto?», pensó resentida. Estaría mejor si rompía en ese momento. Contempló la pantalla del monitor, donde aún aparecían los comentarios de él. Básicamente no tenía nada que hacer. Pedro había hablado de buscarle otro proyecto... Resultaba demasiado evidente que había perdido interés en su potencial como talento recién descubierto. Sin duda era sincero en todo lo que había dicho en su momento, pero, ¿Quién podía afirmar que no se trataba de un entusiasmo generado por desear acostarse con ella? Frunció el ceño. Por primera vez en su vida había probado lo que era realizar un trabajo interesante. Debería intentar aprovecharlo al máximo. ¿Y qué si Pedro había perdido interés? ¿No podía ocurrírsele algo a ella? Debería pensar en otro trato. Quizá si encontrara otro negocio que le diera millones él dejaría de preguntarse si empezar a evitarla... «No», se dijo con firmeza. No tenía que pensar en Pedro para sus actos. Se levantó y comenzó a ir de un lado a otro de su despacho. Un negocio nuevo. Uno nuevo. La mayoría de las empresas grandes ya estaban comprometidas con un software integrado. ¿Por qué cambiaría una compañía importante? No lo haría. «A menos que se viera obligada a hacerlo», pensó con entusiasmo. ¿Y si la adquiría una empresa más grande que utilizaba otro paquete informático? Bueno, eso no le serviría mucho a Alfonso. ¿Y si estudiaban una fusión con otra empresa y ninguna quería ceder? Instalar un software nuevo en ambas compañías sería mucho más caro que cambiar a uno u otro; sin embargo, sus contactos con diversos bancos inversores le habían dado una idea del dinero que se podía gastar en ese ejercicio de salvar la fachada cuando los gigantes corporativos se unían. Sólo era cuestión de encontrar a las personas adecuadas a las que tocar. 

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