viernes, 12 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 63

 —¿Qué?


—Dormirte —repitió—. ¿No es eso lo que hacen los hombres?


—Ni lo sueñes. Quiero saborear este momento. Deseo grabarlo en mi mente para recordarlo la próxima vez que me digas lo cerdo egoísta y arrogante que soy.


—Si hubiera sabido que te iba a dejar semejante huella—sonrió ella— , lo habría dicho más a menudo.


—Cómo si no lo supiera.


—En cualquier caso, el único motivo por el que te marcó tanto es porque el resto de mujeres que has conocido ha sido muy complaciente.


—No, sólo están interesadas en algo distinto. Buscan alguien rico y con éxito para que las lleve a los restaurantes adecuados y luego al sitio apropiado.


Paula intentó imaginar cómo sería acostarse con alguien que sabías que estaba presente sólo porque era rico y tenía éxito, y le resultó deprimente.


—¿Te sientes solo alguna vez? —preguntó con un impulso.


—No. No creo que me siesta solo en el sentido de querer abrirle mi corazón a alguien, pero eso no significa... —calló con el ceño un poco fruncido—. En ocasiones me he sentido aburrido. Aunque no me parece que tú te refirieras a eso.


—¿Aburrido?


—Algo me dice que voy a oír lo egoísta y arrogante que soy. Siempre he jugado con mujeres que conocían las reglas. Diría que ha funcionado bastante bien en el sentido de que puedes disfrutar de un sexo estupendo con alguien a quien no conoces muy bien, pero cuando se termina lo último que deseas es charlar de cosas personales. Creo que nunca me he dado cuenta del tiempo que dediqué a estar en la cama con alguien y desear que uno de los dos estuviera en otra parte.


Paula se lo quedó mirando. Parecía decir que, de algún modo, lo suyo era distinto, pero, ¿Cuán distinto significaba eso? ¿Quería decir que al día siguiente le hablaría? ¿Que tal vez volviera a acostarse con ella? Bueno, fuera lo que fuere, una cosa que no significaba era que tenía libertad para formular las preguntas que quisiera.


—¿Qué? —añadió Pedro—. ¿No me das una charla sobre mi egoísmo y arrogancia? 


—Me falta la energía—sonrió ella.


—Resulta gracioso, llevas años metiéndote conmigo, pero siempre me gustaste... Incluso de niña podías hacerme reír. Luego, después del asunto de aquel examen... No sé, parecías tan enfadada. A veces me daba la impresión de que me odiabas. Pensaba que te había fastidiado la vida en serio. Quizá por eso parece tan diferente... Es como si nuestro destino siempre hubiera sido el de ser amigos.


Paula se obligó a sonreír. Al menos Pedro no estaba aburrido. Pero la palabra «Amigos» era tan fría y distante comparada con lo que ella sentía.


—Bueno, pues no te odio.


—Y eres demasiado perezosa para decirme lo egoísta que soy. Este realmente es mi día de suerte. Será mejor que lo aproveche al máximo.


Hicieron el amor otra vez, y otra, y otra... Fue como si él no pudiera tener bastante de ella. Al fin, cuando el cielo empezaba a aclararse, se quedó dormido a su lado. Paula no pudo dormir. Contempló su rostro, tratando de recordar el destello alegre en sus ojos. Lo más probable era que al despertar deseara hallarse en otro sitio y no volviera a ver jamás esa expresión. Al llegar el día, pensó que en una ocasión lo había despertado con un beso... Pero en ese momento no se atrevió. ¿Y si abría los ojos y en ellos veía aburrimiento o el deseo de haber despertado solo? Él se movió y le rozó la pierna con la suya. Abrió los ojos, y al verla esbozó una sonrisa somnolienta. 

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