miércoles, 10 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 59

Lo siguió al sofá. El brandy parecía ayudarla. Era como si le hubiera despejado la mente. Había pensado besarlo todo lo que pudiera y luego darle la mala noticia. Pero se dió cuenta de que no era una buena idea. Probablemente se sentiría irritado si lo averiguaba de camino al dormitorio, mientras que si se lo contaba en el acto, y establecía algunas reglas, seguro que querría besarla de todos modos y no la culparía luego por su frustración. Bebió otro trago y se sentó junto a él.


—Pedro.


—¿Hmm? —le rodeó los hombros con un brazo.


—Hay algo que creo que debería decirte.


—¿Hmm? —le acarició el pelo.


Paula dió un último trago de brandy, vaciando la copa.


—No quiero que te hagas una idea equivocada —comenzó. Se obligó a mirarlo a los ojos—. No puedo acostarme contigo —soltó. 


Ya estaba.


—¿Aún tienes miedo de que no vuelva a hablarte? —sonrió él—. Te juro que lo haré. Eres mi experta en presentaciones, Paula. No puedo comportarme de esa manera con mi arma secreta.


—Prefiero no hacerlo. Me pareció justo comunicártelo —la mala noticia no pareció hacer mella en su seguridad.


—¿Fue por algo que dije? —preguntó en voz baja, con el aliento acariciándole la mejilla—. Lo retiro, fuera lo que fuere —volvió a rozarle los labios con su boca, demorándose hasta que ella se reclinó sobre su brazo. Al rato alzó la cabeza para mirarla—. Dios, qué hermosa eres. Pero no es sólo eso. Hay algo indómito y libre en tí... Siempre lo has tenido — volvió a besarla, con fuerza y urgencia—. No sabes cuántas veces deseé hacer esto —añadió al rato—. O cuántas veces me he preguntado... —dejó que ella acabara la frase.


—Lo siento —repuso Paula. El aire de seguridad que irradiaba él facilitaba que continuara; era evidente que daba por hecho, a pesar de lo que acababa de decirle, que era libre para tomarla. Lo miró y con clara inocencia reveló—: Jamás me he acostado con nadie.


—¿Qué? 


—Espero hasta conocer a la persona adecuada. Deseo que sea algo importante —sintió que por dentro sonreía ante la incredulidad pasmada de Pedro—. Espero a la persona con la que quiera pasar el resto de mi vida. Quiero que sea el primero.


—Eres virgen —afirmó Pedro.


—Sí —parecía ir bastante bien. Daba la impresión de que él pensaba un montón de cosas, pero no con quién deseaba pasar el resto de su vida.


—Pero... —comenzó Pedro. La miraba con escepticismo—. ¿Por qué no tocaste este tema la noche pasada?


—Dijiste que no podías acostarte con tu secretaria —explicó—. La cuestión no surgió.


—¿Por qué siento que hay más que lo que aparece a la vista? —enarcó una ceja—. Después de todo, aceptaste venir a mi casa esta noche. No me digas que pensaste que sólo íbamos a escuchar música.


—No me importa besarte... De hecho, me gusta. Pero no quería que te sintieras frustrado y luego me echaras la culpa a mí —lo miró con ojos angelicales.


Durante un momento los ojos de Pedro centellearon irritados, luego rió de repente.


—Debería haber sabido que no podía ser tan fácil —reconoció con pesar—. Además, ¿Por qué sigo contigo? Podría haber invitado a cenar a una docena de mujeres, pero a cambio me voy con la perfecta ex secretaria a quien no le importa besarme mientras yo no me sienta frustrado.


—Eras tú quien no paraba de insistir en que me ibas a seducir — señaló Paula—. Porque tú lo dijeras no significa que fuera a suceder. 

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