lunes, 29 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 17

Paula aún no había recuperado el sentido cuando Pedro la ayudó a salir del coche. Sentía un delicioso cosquilleo tanto en la boca como en cierta parte de su cuerpo. Más que un cosquilleo era desazón, pulsaciones. La habían besado antes, pero no así. La boca de él le había quemado la suya, haciéndola perder el sentido del tiempo y del espacio. Pero aún más sorprendente era el hecho de que todo había sido natural, nada forzado. Se habían besado como si llevaran años haciéndolo, como si la boca del uno supiera lo que le gustaba a la boca del otro. Los periodistas se les acercaron y Pedro le rodeó la cintura con un brazo, un gesto protector. Ella le sonrió y el corazón dejó de latirle cuando le devolvió la sonrisa. Los ojos de él cobraron vida; parecía más joven, más libre, menos serio y distante.


–Lista –dijo ella. 


«Al menos, eso creo». Las cámaras no dejaron de disparar y una periodista se acercó a ella con un micrófono en la mano.


–Todo el mundo está deseando conocer a su hombre perfecto. ¿No podría presentarlo?


Paula sonrió a la periodista.


–Claro. Este es mi prometido, Pedro…


-Eh, ¿No es usted Pedro Alfonso, de Alfonso Robotics? – preguntó otro periodista–. Usted es el creador de esa tecnología que ha revolucionado la cirugía neurológica en todo el mundo.


Pedro aceptó el cumplido con una sonrisa tensa.


–Sí, así es.


–¿Cuándo van a casarse? –preguntó la periodista–. ¿Este verano?


Paula estaba pensando en qué contestar, pero Pedro se le adelantó.


–No queremos hacerlo público todavía.


–Desde el punto de vista de un hombre, ¿Podría usted dar algún consejo respecto a las relaciones amorosas? –preguntó el periodista.


–Lo importante es mostrarse siempre como uno es en realidad – contestó Pedro. 


Entonces, comenzó a guiar a Paula hacia la puerta del hotel. Pero la periodista no había terminado con sus preguntas.


–Vamos, algún consejo del hombre más romántico de todo Londres.


–Mírala a los ojos cuando hables con ella. Escúchala –contestó Pedro.


–Escribiré eso en mi próxima columna –dijo Paula cuando, por fin, se vieron libres de los periodistas–. La gente está tan obsesionada con los móviles últimamente que no mira a nadie al hablar.


–Me debes una, señorita –dijo Pedro. 


Paula le dedicó una ladeada sonrisa.


–Perdona por todo esto. De todos modos, has estado magnífico. Tú también podrías escribir en una revista.


–Ni loco –respondió Luke mirándola fijamente, sus ojos parecían dos zafiros–. ¿Te he dicho lo guapa que estás esta noche? Deslumbrante. No hay un hombre aquí esta noche que no se cambiaría por mí. 

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