lunes, 8 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 53

Como no podía repasar los datos financieros que quería, debería ponerse al día con el resto del material. Sacó unos cuantos informes de la empresa. «Paula es completamente absurda», pensó. No era verdad que no hablara con las mujeres en cuanto se acostaba con ellas. Apenas regresara se acostaría con ella, se la quitaría de la cabeza y le demostraría que se equivocaba. La ayudaría en su carrera. Por lo general, últimamente cuando pensaba en ella, imaginaba con detalles vívidos cómo sería desnudarla y no parar de darle besos. Sintió una inesperada sensación de ternura. No debía dejar que volviera a suceder. Ella era brillante y estaba llena de potencial, pero le quedaba mucho camino que recorrer; tendría que encontrarle tareas que su inexperiencia no le impidiera realizar, dañando de ese modo su confianza en sí misma. Decidió que en esa ocasión todo iba a ser distinto. Había sido egoísta en su adolescencia, y Paula siempre lo trataba como si no hubiera cambiado. Le demostraría que se equivocaba. Primero se acostaría con ella, luego se dedicaría a ser esa especie de hermano mayor honorario... El que tendría que haber sido todos esos años. Entonces podría volver a salir con mujeres que no interferían en su concentración, y Paula comprobaría lo generoso y altruista que era de verdad, y dejaría de soltar comentarios irritantes cada vez que le hiciera una petición educada a alguno de sus empleados. Tras llegar a esa satisfactoria conclusión, abrió un informe anual y se la quitó de la cabeza. Leyó un par de páginas y descubrió que volvía a pensar en ella. Apretó los dientes y leyó otra hoja, y revivió el momento en que había despertado para sentir su boca en sus labios. ¿Qué diablos le pasaba? Fuera lo que fuere, no le gustaba. Decidió que se acostaría con ella la primera noche de su llegada. Cuanto antes dejara de pensar en ella, mejor.



Mientras tanto, Paula se sentía contenta de tener a Pedro fuera de su camino. Recurrió a todo el personal de la Alfonso que alguna vez hubiera realizado una presentación en público, luego secuestró a Santiago Carlin y lo obligó a darle una sesión intensiva sobre el nuevo software. Llamó a sus antiguas agencias de trabajo temporal y pidió que le enviaran a secretarias eventuales para probar el nuevo desafío y ver cómo funcionaba. Se compró un traje nuevo y practicó delante de una cámara de vídeo, repitiendo una y otra vez la presentación. Tendría que haber sido fácil quitarse a Pedro de la cabeza, ya que se hallaba fuera de la oficina, pero no lo fue... Y no porque los recuerdos no cesaran de aparecer a intervalos de cinco minutos. La realidad no dejaba de hacer acto de presencia a través del teléfono. La llamaba una y otra vez para pedirle que le transmitiera un documento crucial. Luego le diría que no debería estar desperdiciando su tiempo con triviales tareas de secretaria.


—Corrección —repuso Paula la cuarta vez que sucedió—. Tú no deberías estar haciendo que perdiera mi tiempo. Pero pediste mi extensión, por lo que debiste considerar que se trataba de algo urgente.


—Es urgente... Por eso necesito una secretaria competente y no una cabeza hueca.


—Alguien competente no soportaría a las personas como tú —le encantaba volver a insultar a Pedro; al menos la distraía de la presentación.


—¿Cómo va la presentación? —preguntó él.


—No quieras saberlo.


—Pero quiero. 

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