viernes, 12 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 62

Paula tenía la mejilla contra su pecho. Había podido oír los latidos de su corazón; los brazos fuertes la habían pegado a su cuerpo. Tantas veces había imaginado ese momento, y, sin embargo, lo que jamás habría podido pensar es que iba a sentirse tan segura. Cerró los ojos.


—Lo haces porque te da miedo mirar —bromeó él.


—Tú sólo quieres exhibirte por todas las horas que has pasado en el gimnasio —repuso divertida—. Creo que deberíamos apagar la luz. Hablas como alguien que ha pasado las mismas horas del gimnasio en la cama.


Pedro rió y comenzó a besarla, y ella le devolvió los besos con igual intensidad, y así es cómo lo recordó después... Como una extraña mezcla de risa y pasión, y aun cuando la llevó a la cumbre del éxtasis no fue algo puramente físico del modo en que Bárbara lo había imaginado, porque incluso entonces él estuvo a su lado. Luego él yació a su lado, mirándola, con la cabeza apoyada en una mano.


—¿Bien?


Paula lo observó fijamente. Las revistas estaban llenas de artículos sobre sexo, pero no pudo recordar ninguno que mencionara cómo eran las cosas después. Jamás había visto algo tan hermoso como Pedro. Si no tenía cuidado soltaría un «Te amo» antes de darse cuenta.


—Fue maravilloso —dijo. 


—No se supone que debas decir eso, sino «¿Eso ha sido todo?» y dejarme avergonzado.


Otra cosa que ella no había esperado era el modo en que todas las barreras entre ellos parecían caer. Sentía como si pudiera contarle cualquier cosa. Y si no se andaba con cuidado probablemente lo haría.


—No fue como yo esperaba —señaló—. Pensé que de algún modo sería más impersonal porque... Bueno, porque tú lo has hecho tantas veces.


—Bueno —titubeó y le sonrió con ironía—, para mí también ha sido una especie de primera vez. No creo que jamás me haya acostado con alguien a quien conociera tan bien.


Le habría gustado preguntarle si lo prefería así, que dijera que también para él había sido maravilloso, mejor que todas las veces anteriores. De hecho, lo que le habría gustado que le dijera es que de pronto se había dado cuenta de que estaba locamente enamorado de ella y que quería que se casara con él.


—¿Marcó... Marca alguna diferencia? —preguntó.


—Es muy erótico —estiró una mano y le acarició el costado sin apartar la vista de sus ojos—. Aunque ello se puede deber en parte a que por lo general tienes tus defensas levantadas.


—¿Mis... Mis defensas? —tartamudeó.


—El ataque es la mejor defensa —le recordó él—. Llevas atacándome desde que tengo memoria —se inclinó y la besó, introduciendo la lengua en su boca como si la poseyera otra vez.


Ella le acarició el cuello y bajó por los poderosos hombros y la musculosa espalda hasta llegar a la estrecha cintura. Tenía un cuerpo tan hermoso, y por un rato era suyo. Al día siguiente Pedro volvería a ponerse el traje y todas las barreras regresarían. Enganchó una pierna en la suya y lo atrajo; sintió que él se excitaba una vez más y soltó una risa ronca. Le hizo el amor de nuevo, con la misma mezcla de pasión encendida y ternura que la había abrumado la primera vez. Cerró los ojos involuntariamente y los abrió para ver que la miraba. Otra vez yacía a su lado con la cabeza apoyada en el codo; siempre había oído decir que los hombres se quedaban dormidos al terminar, pero Pedro no dejaba de observarla con esa sonrisa pícara.


—Puedes quedarte dormido si quieres —comentó Paula. 

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