lunes, 29 de mayo de 2023

Falso Compromiso: Capítulo 16

 –Bueno.


–Y me dices cosas cariñosas constantemente. Me llamas cielo, cariño, mi vida…


Eso era otra de las cosas que él no hacía. Pero…


–Entendido. 


–Y nos besamos. Mucho.


La entrepierna de Pedro protestó. Solo con ver la boca de Paula la sangre le hervía. ¿Qué iba a pasar si la besaba?


–No estoy acostumbrado a hacer eso en público.


–Pues esta noche sí.


¡Maldición! ¿En qué lío se había metido?


–¿No te va a molestar que te bese? –preguntó Pedro frunciendo el ceño. 


Paula lo miró a los ojos y a la boca.


–Quizá debiéramos practicar un poco primero. Lo digo para que no nos quedemos parados o sin saber qué hacer delante de todo el mundo.


Pedro no lograba apartar los ojos de la boca de ella.


–¿Dónde te parece que deberíamos practicar? ¿En el coche?


–Tenemos tiempo antes de que nos llegue el turno –dijo Paula mirando a la fila de coches esperando.


Hacía cinco años que Pedro no besaba a una mujer; sin contar, claro, los besos en las mejillas de su madre y su hermana.


–¿En serio te parece necesario?


Paula se inclinó hacia él, su rostro tan cerca del suyo que pudo sentir el aliento de ella en sus labios.


–Bésame, Pedro.


Con la sangre corriéndole por las venas a gran velocidad y sintiendo una erección, Pedro acarició la mejilla de Paula antes de posar los labios en los de ella. Se dispuso a separarse, pero la boca de ella se aferró a la suya y una especie de terremoto le sacudió. Volvió a besarla, respiró su aroma y se deleitó con ese sabor a fruta fresca. Paula emitió un suave gemido, abrió la entrada a su lengua y la acarició con la suya. Pedro no quería dejar de besarla. Podría haberse pasado la noche entera así. Le aplastó la boca con la suya al tiempo que le ponía una mano en la nuca para profundizar el beso. Ella entrelazó las manos en la nuca de él, sus gemidos de placer hicieron vibrar su virilidad. Hacía años que no se excitaba tanto con un beso. Quizá fuese la primera vez. La suave boca de Paula, adaptada a la suya, se movió a un ritmo sensual que se hacía eco del martilleo de su sangre. El perfume de ella inundaba sus sentidos, la voluptuosidad de aquellos senos hacía peligrar el control que tenía sobre sí mismo. Los gritos de la gente y los disparos de las cámaras de los fotógrafos rompieron el hechizo. Paula, con los labios hinchados y el rostro sonrojado, se apartó de él y le dedicó una trémula sonrisa.


–¡Vaya! ¡Quién lo habría dicho!


–Por favor, dime que no va a salir en las revistas una foto de nosotros besándonos –dijo Pedro.


–Lo siento –respondió ella mordiéndose los labios. 

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