miércoles, 10 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 57

Los Rivales A y B se marcharon en los coches de su compañía. Paula regresó al centro de Londres en tren. Tembló por dentro al recordar la presentación. Recordó que Pedro volvía al día siguiente por la noche. Si se acostaba con él, y sólo era una suposición, y la presentación tenía un gran éxito... ¿Marcaría eso alguna diferencia? ¿Seguiría hablándole después? Caminaba por la calle cuando la invadió un pensamiento horrible. En más de una ocasión le había dado a entender que tenía mucha experiencia sexual. ¿Qué diablos iba a pensar de ella si alguna vez se acostaban juntos? ¿Y si adivinaba la verdad? Pasó ante una librería. Entró y se dirigió a la sección de intimidad. Parecía haber muchos libros ilustrados que le serían de ayuda si mostraba el valor de comprar uno. Hizo acopio de coraje, sacó de la estantería uno titulado "¡Sí! Puedes Satisfacer a Tu Hombre", fue a la caja y lo pagó. Eran las tres de la tarde. Se sentía demasiado inquieta para regresar a la oficina. Bueno, se tomaría el resto de la tarde libre y estudiaría. Tres horas más tarde se hallaba sentada en el sofá con las mejillas encendidas. El libro abundaba en consejos e ilustraciones útiles, por si no entendías la explicación. El problema radicaba en que no se imaginaba probando alguno con Pedr. Estaba a punto de repasar los primeros capítulos cuando recordó un pequeño detalle que había pasado por alto y que el libro no tocaba. Daba por hecho que en algún momento te habías acostado con alguien unas cuantas veces; que ya dominabas lo básico... Y que lo que deseabas era mejorar tu técnica. Dejó el libro a un lado. No es que no lo hubiera intentado. Había probado a salir con otros hombres para quitarse a Pedro de la cabeza, pero si te aburrías besando a otro, ¿Qué se suponía que debías hacer? Esbozó una mueca. Claro que le había estado diciendo a Pedro que no tenía planes para acostarse con él, pero en lo más hondo de su ser sabía que había estado pensando que debería aprovechar la oportunidad mientras aún la tuviera. Puede que no fuera lo mejor del mundo incorporarse como la número 3.372 de sus conquistas, pero era mejor que nada. No resultaba una elección entre una vida con el hombre al que amaba y una aventura de una noche, sino una vida sin el hombre al que amaba y una vida sin el hombre al que amaba con recuerdos de una noche en sus brazos.  Pero él no era estúpido; le bastaría un segundo para sumar dos más dos y obtener cinco. En cuanto descubriera que era virgen, querría saber por qué y, lo que era peor, por qué había decidido perder su virginidad con el único hombre al que había estado criticando durante años. Entonces el resto de su vida él lo sabría. Bueno, no podía hacerlo. Sus defensas no eran gran cosa, pero eran lo único que tenía. Se vería obligada a dejarle bien claro que sólo se trataba de una relación profesional. 



Pedro regresó a última hora de la tarde siguiente. Paula se había debatido entre si era más seguro marcharse de la oficina a las cinco o quedarse para verlo. Al final se decidió por lo primero, pero, no obstante, permaneció en el despacho haciendo tiempo. A las seis y media él entró en su despacho. 

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