viernes, 12 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 64

 —Dios mío, así que no lo soñé —musitó—. Sucedió de verdad.


—Sí —repuso Paula con cautela.


—¿Lamentas algo?


—No —afirmó con más nerviosismo.


—Pareces un poco distante—dijo Pedro—. Ven aquí y dame un beso—la rodeó con el brazo y la atrajo hasta que quedó plenamente estirada contra el magnífico cuerpo, con la boca en la suya en un beso cálido y somnoliento—. Dios, eres preciosa —murmuró.


Concluyó el beso cuando su mente despertó. Había algo extraño en la situación, aunque no sabía qué. Faltaba algo. Bueno, ya pensaría en ello más adelante; debería disfrutar el momento...  De pronto lo tuvo. No tendría que estar disfrutándolo. Es decir, si hubiera sido como las otras veces, no tendría que disfrutarlo. Habría despertado, y con la satisfacción física habría llegado el aburrimiento y la impaciencia, señales infalibles de que se la había quitado de la cabeza y de que podía continuar con su vida. Pero no era así. No sabía qué sentía. La sensación era buena, pero nada parecida a lo que notarías si te habías quitado a alguien de la mente. Hacía que se sintiera un poco incómodo. Pero quizá se preocupaba de forma infundada. En un sentido puramente físico, lo sucedido la noche anterior había sido explosivo; si tenías ese tipo de experiencia no necesariamente querrías pasar a algo menos excitante por el simple amor al cambio. Además, Paula siempre le había caído bien. Había sido una noche maravillosa; ¿Por qué quejarse si la mañana era igual de buena?


—Qué forma de despertar —comentó cuando alzó la cabeza—. A propósito, ¿Qué hora es?


—Más o menos las siete. Debería irme a casa a cambiarme.


—Supongo que sí —le sonrió. «Realmente es hermosa», pensó. Era un tonto por cuestionar su suerte.


—Será mejor que me vaya —repitió ella, tratando de apartarse.


Él tensó los brazos a su alrededor y le poseyó la boca. Oh, era fantástico. ¿Por qué siempre tenía que estar en guardia? Se relajó y recibió su boca con tanto anhelo como si nunca antes se hubieran besado. Mucho, mucho después, él se separó con una sonrisa en los labios.


—Así que de verdad no fue un sueño —indicó.


—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó Paula irritada. 


Si no tenía cuidado, podría decir algo. Había sido cauta tanto tiempo... ¿Y si dejaba escapar algo en el último momento?


—Nada —repuso Pedro—. Si esto continúa, un montón de cosas que me parecían urgentes en el avión ya no lo parecen tanto —enarcó una ceja—. ¿Qué te parece si nos tomamos el día libre? Puedo decirle a mi secretaria que pasaré el día en la cama —Paula lo miró fijamente. Jamás había oído que Pedro antepusiera nada al trabajo—. Hmm, algo me dice que el silencio no implica consentimiento. Quizá debería ver si puedo ser más persuasivo —le besó el pecho y su lengua desató explosiones de placer en ella; su cuerpo parecía responder a él aun más al saber las cimas a las que era capaz de llevarla—. Paula —musitó—. Paula, Paula. 

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