lunes, 15 de mayo de 2023

Inevitable Atracción: Capítulo 70

 —Así que al fin ha sucedido —comentó ella con cierta tristeza.


—¿Qué ha sucedido al fin? —inquirió Pedro. Le había estado hablando con entusiasmo sobre su último descubrimiento de talento.


—Te has enganchado de alguien —sonrió con pesar—. No pensé que fueras de esa clase de personas.


—Y no lo soy —protestó él, horrorizado—. Le estás dando proporciones descabelladas. Es una chica atractiva, y evidentemente muy brillante... Quiero decir, le acabo de dar una oportunidad y se ha disparado a la estratosfera... Pero no me he «Enganchado» de ella. Conozco a su familia desde hace años, y es obvio que es una amiga...


—Así que todo es platónico —comentó Juliana con escepticismo.


—Bueno, no exactamente —reconoció Pedro—. ¿Cuándo lo es conmigo? ¿Y eso qué tiene que ver con el asunto? Comprenderías lo imposible que sería si la conocieras. Es una mujer imposible. Es exasperante. Es la última persona con la que querría... —justo a tiempo evitó la palabra «Casarme»—... Establecerme. 


—Bueno, si tú lo dices —aunque no pareció convencida—. Pero no me invites luego, Pedro. Estoy segura de que aceptaría si me lo pidieras, pero de verdad preferiría no ir.


Pedro observó su cabello rubio y su figura espectacular en el ceñido vestido negro. No es que no tuviera la más mínima intención de invitarla a su casa, sino que era algo que casi no podía imaginar hacer.


—Lo que tú quieras.


¿Qué demonios le pasaba? Dejó a Juliana en un taxi y se marchó a casa a la bochornosa y temprana hora de las once de la noche. Irritado, fue de un lado a otro del salón, sin dejar de mirar el sofá en el que la noche anterior se había sentado con Pedro. Tuvo el súbito impulso de llamarla para preguntarle si necesitaba algún consejo, para oír cómo le respondía que no. «Tranquilízate», se dijo. Las mujeres eran románticas incurables. Una relación que cualquier hombre sabría en el acto que sólo se basaba en el sexo haría que pensaran que conduciría al altar. Preferían considerar que un hombre estaba enamorado de «Alguien», aunque no fuera de ellas, que aceptar la sencilla verdad de que los hombres eran diferentes. Aunque fuera a casarse, lo cual no era el caso, Paula era la última mujer en el mundo que encajaría en ese papel. Si alguna vez decidía casarse sería una cuestión de negocios. Querría a una mujer sofisticada, que desempeñara el papel de esposa de un empresario a la perfección… alguien, de hecho, como Juliana. Hizo una mueca ante la posibilidad de pasar el resto de su vida con Juliana. Pero se recordó que no tenía que casarse. Era un hombre de éxito. No tendría que firmar para potenciar ese éxito. Si quería que Alfonso fuera una empresa de nivel mundial, podía continuar tal como lo había hecho en el pasado, eligiendo a buenos empleados y dándoles la oportunidad de demostrar lo que podían hacer. Gente como Paula. Quizá debería llamarla.


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